Emociones Sociales

La compasión, la solidaridad, la culpa, la lástima, la vergüenza,  la admiración, la envidia, el desprecio son emociones que surgen fruto de un contexto de relación.

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Nuria Fernández López

El mundo de las emociones es extremadamente complejo, hasta el punto de que existe no sólo una emocionalidad individual y personal, sino que también existe una emocionalidad colectiva y transferible.

Por norma general cuando hablamos de emociones nos  centramos en la individualidad, pero las emociones forman parte del grupo, de hecho muchas de las emociones que experimentamos son fruto del contagio de las emociones de quienes nos rodean.

Las emociones colectivas resultan tan vitales como la emocionalidad individual.  Para situarnos, los psicólogos han contabilizado por lo menos unas quince emociones que dividen en dos grupos: emociones básicas o primarias, y emociones sociales o secundarias. Entendemos como emociones básicas el miedo, la alegría, la tristeza, la ira,  el asco, y como emociones secundarias o colectivas la compasión, la solidaridad, la culpa, la lástima, la vergüenza,  la admiración, la envidia, el desprecio.

Las emociones básicas pueden ser disparadas por varios estímulos diferentes, por esto las emociones básicas activan rápidamente la conducta, y preparan al organismo para la acción. Por su parte las emociones sociales están relacionadas con una valoración -sea positiva o negativa- del propio yo con relación a algún criterio de cómo debería actuarse en una situación particular. Por ejemplo, la culpa se genera cuando la persona evalúa en forma negativa una forma de actuar, pensando que debería haber actuado de manera diferente.

La razón por la que a estas emociones se las denomina sociales es porque surgen en relación con otra persona, y resultan vitales para el estrechamiento de las relaciones en el grupo. A diferencia de las emociones básicas, las emociones sociales son más conscientes. Tienen sentido en relación con los demás, y surgen en un contexto social. Se desarrollan en un contexto de aprendizaje determinado, donde existen ciertas normas de socialización que favorecen y delimitan el desarrollo de dichas emociones. Estas emociones jamás surgen si no se está en relación con otras personas. Detrás de ellas, siempre hay una valoración ética, o al menos de lo que debería o no ser correcto.

Toda esta emocionalidad social está relacionada con las "neuronas en espejo" que se activan cuando observamos a otros realizando un comportamiento, o cuando lo imaginamos.  Se las ha denominado las "neuronas de la empatía", obviamente porque están implicadas en la comprensión de la emocionalidad  del otro. Por tanto, aunque solemos concebir las emociones como un fenómeno eminentemente personal, es muy importante entender que en un entorno social, los demás son una más de las causas de nuestras emociones. Ya Kemper en 1978 afirmaba que "una gran cantidad de emociones humanas son producto de los resultados reales, anticipados, imaginados o recordados de las relaciones sociales.

Las variables sociales son cruciales para desencadenar varias de las emociones que experimentamos,  ya hemos señalado en múltiples ocasiones que los hechos adquieren importancia para una persona en un contexto de interacción social y en el desarrollo de relaciones personales, y es aquí, en dónde se gesta gran parte de nuestra emocionalidad,  no olvidemos que lo que la gente hace y dice tiene un gran impacto sobre cada uno de nosotros,  y llega a ser el origen de muchos de nuestros estados emocionales. 

 

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