Un rayito de esperanza

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Patricia Lanza

 

Como todos los años por estas fechas, podemos ver cómo los comercios se llenan de personas que van a enmendar los errores de los Reyes Magos. Más allá de temas de tallas, la mayoría de los cambios se deben a cuestiones como: "No me gusta", "No me sienta bien", "No lo voy a usar", "No es lo que quería", etc. Los motivos son muy variados pero la razón de base es casi siempre la misma: demasiadas cosas que no necesitamos.

Demasiado comprar por comprar. Y es que en muy pocas ocasiones los regalos cubren una necesidad real porque son ya muy pocas las cosas que verdaderamente necesitamos.

Sin llegar al ascetismo, seguro que podemos vivir con muchas menos cosas que, poco a poco, hemos acabado creyendo imprescindibles y, peor aún, que realmente pensamos que nos van a hacer felices. Como ya hemos visto en otros posts, por desgracia (ya que sería mucho más sencillo si fuera así) acumular objetos no es, ni de lejos, la mejor forma de conseguir la felicidad.

Pero la realidad es que la sociedad en la que vivimos fomenta esta creencia: "Quien más tiene es quien es más feliz". Y, por supuesto, los más sensibles a estos mensajes equívocos son los niños y los adolescentes.

Los "ni-nis" (jóvenes que ni estudian ni trabajan) además, han aprendido muy erróneamente que conseguir estas cosas no cuesta nada. Por desgracia, la época de vacas gordas generó muchos de estos jóvenes y ahora, con las vacas famélicas, el futuro se vislumbra muy negro.

El concepto de obsolescencia programada explica, en gran medida, el porqué de este consumismo exacerbado en el que todos, en mayor o menor medida, acabamos cayendo. Por este motivo, cuando topas con una noticia como la que leí el otro día, no puedo dejar de sorprenderme y ver en ello una lucecita de esperanza.

 

"Un chico de 15 años rechaza un iPod como premio en un concurso de ecología"

El concurso versaba, precisamente, sobre la obsolescencia programada y una demostración de principios que raramente se ve en estos días, el joven dijo que si bien agradecía a la organización el premio, no podía aceptarlo porque, "básicamente es una contradicción total con el tema del concurso". ¡Menos mal que alguien tiene cabeza!

Todo el discurso es una clara muestra de sensatez y valores básicos que recomiendo escuchar porque, desde luego, no es ni mucho menos lo que más abunda hoy en día.

Él no rechaza la tecnología ni los avances, sólo pide que se busquen mejores maneras de proceder. Formas que nos permitan ser más respetuosos con el Planeta y con las personas que no son tan afortunadas como nosotros.

Y obviamente, en línea con estos principios, donó el premio a un hospital para que lo pudiera disfrutar alguien que realmente lo necesitara: un niño enfermo.

Como decía, un rayito de esperanza en una generación que parecía no entender el valor de las cosas.

 

 

 

 

 

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