La enfermedad de pensar

El pensamiento nos define como especie, pero acudimos a el, tan frecuente y constantemente que a veces se convierte en nuestro peor enemigo.

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Nuria Fernández López

 

Los seres humanos tenemos una gran tendencia a la rumiación. Si, exactamente como la vaca rumia la hierba nosotros nos pasamos la vida rumiando sobre las cosas que nos suceden. Mejor dicho, sobre las cosas malas que nos suceden, o las que pueden llegar a sucedernos. Llenamos nuestra mente de mensajes en su mayoría dañinos y destructivos. "No puedo; ""no saldrá bien", "no lo conseguiré". Repasamos una y mil veces las pérdidas, fracasos, errores, defectos, etc.

Esta rumiación nos hace enfermar literalmente. Enfermamos de preocupación, o dicho de otro modo, de depresión y ansiedad principalmente Tanto la ansiedad como la depresión se perpetúan por los pensamientos negativos y repetitivos.

La clave para no enfermar es comprender que los pensamientos no son la realidad. Como en un círculo vicioso están influenciados por nuestros estados emocionales y a la vez son retroalimentadores de los mismos.

Los pensamientos que rumiamos en nuestra mente varían según nuestro estado emocional, así cuando estamos contentos,  emocionados, entusiasmados, percibimos, interpretamos y juzgamos de una manera muy distinta a cuando estamos tristes, enfadados o preocupados.

Nuevamente, por infinitésima vez recordamos que los pensamientos no son la realidad, son sólo lo que nuestra mente nos devuelve.

La clave radica en intentar ser conscientes de nuestros estados mentales y ver cómo éstos influyen en nuestros pensamientos.

Para tratar de romper el ciclo pensamiento-sentimiento-pensamiento y parar la montaña rusa de emociones negativas en las que a veces nos subimos, debemos hacer el titánico esfuerzo de comprender que sólo percibimos una parte de lo que nos sucede, ya que según el filtro que nos hayamos puesto ese día, el resto de realidad permanecerá invisible a nuestros ojos, pero por supuesto no a los ojos de los demás.

Vemos a nuestro alrededor y muchas veces incluso a nosotros mismos, a vacas pastando la misma idea una y mil veces. Estas ideas desgastantes, como su propio nombre indican acaban minándonos y llevándonos al abismo del sufrimiento, en forma de tristezas, ansiedades, dolores varios, miedos y un largo etc.

Con esta dinámica de volver una y mil veces sobre los que nos hace daño, el cuerpo acaba literalmente enfermando por un exceso de pensamiento. No es que pensar nos enferme, lo que nos enferma es el exceso de pensamiento mal dirigido.

Debemos, aunque difícil, dejar de ser rumiantes, ya cada uno que escoja la especie hacia la que mutar.

 

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