La perspectiva del tiempo

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David Fernández

El tiempo da y quita razones, es algo que no por excesivamente repetido deja de ser una realidad.

Es inevitable que ante un cambio, una situación desconocida o incluso cuando nos presentan a un persona tendamos a hacernos una idea, una idea que en la mayor parte de las ocasiones se basa en prejuicios, en algo preconcebido, ya que seguramente carecemos de datos suficientes como para hacer un verdadero análisis.

Y es que a pesar de lo intuitivo que sea uno, ciertas cosas necesitan de algo de tiempo y perspectiva para poder ser juzgados, al menos el necesario para poder basarnos en algo tangible, datos y pruebas que nos permitan comprobar si lo que opinábamos al principio coincide con lo que hemos podido ver algún tiempo después.

Esta fábula oriental es un buen ejemplo de ello:

 

Había una vez un campesino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo:

- ¡Padre, que desgracia! Se nos ha ido el caballo.

- ¿Por qué lo llamas desgracia? - respondió el padre, veremos lo que trae el tiempo...

A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo.

- ¡Padre, que suerte! - exclamó esta vez el muchacho - Nuestro caballo ha traído otro caballo.

- ¿Por qué lo llamas suerte? - repuso el padre - Veamos que nos trae el tiempo.

En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y este, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.

- ¡Padre, que desgracia! - exclamó ahora el muchacho -. ¡Me he quebrado la pierna!

Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:

- ¿Por qué lo llamas desgracia? ¡Veamos lo que trae el tiempo!

El muchacho no se convencía de la filosofía del padre, sino que gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo. El joven comprendió entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.

 

 

Figura de campesina oriental

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