En defensa de la Psicología

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Patricia Lanza

 

El pasado día 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, organizado por la Federación Mundial para la Salud Mental (WFMH) y respaldado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En pleno intento de visibilizar la importancia de la salud mental, especialmente ahora, en que el mundo entero se ve azotado por las consecuencias psicológicas que la pandemia ha traído consigo, quiero hacer una reflexión sobre la profesión que estudié, pero que no ejerzo (al menos, no la clínica, como me había planteado en su día).

Recuerdo en primero de carrera cuando nos preguntaron cuántas personas de las que estábamos en esa aula atestada de gente habíamos elegido Psicología básicamente porque nosotros mismo sufríamos algún tipo de problema psicológico. Si bien la estadística en ese momento no podía ser muy precisa por eso de que era a mano alzada, los datos que nos dieron los profesores parecían ser más realistas y confirmaban que los estudiantes de Psicología formábamos un grupo de personas con todo tipo de trastornos que necesitaban ser tratados con más o menos urgencia. Muchos de los que estáis leyendo esto ahora pensaréis que no os he revelado nada nuevo, que ya sabíais que los psicólogos no andaban muy allá de su cabeza. Mi punto de vista es otro. Puede ser cierto que los estudiantes de Psicología sufran un alto número de trastornos (aunque puedo asegurar que eso de tener rayos X en los ojos o la capacidad de mirarte y "psicoanalizarte" en el momento no es uno de ellos), pero la realidad es que el resto de la sociedad no está mejor.

Y para empezar, comencemos por aclarar qué hace un psicólogo y para qué sirve acudir. Porque creo que aquí es donde se inicia el problema de por qué ir al psicólogo se ve como algo vergonzoso que hay que esconder. Primero, porque se cree que al psicólogo se va cuando se está "mal de la cabeza". Si no necesariamente "loco", al menos sí "un poco trastornado".

Ante esto diré que no conozco a nadie, absolutamente nadie, a quien no le viniera bien un psicólogo. Porque el psicólogo está ahí para dotarte de herramientas para mejorar tu bienestar. Por supuesto, es necesario si tienes una depresión clínica o una esquizofrenia, pero no hay que llegar hasta esos niveles. En cosas mucho más cotidianas también te ayuda. Por ejemplo, si te dan miedo los perros o las alturas (tratamiento de fobias), si tienes problemas para dormir (insomnio) o sientes que tienes mucho estrés (ansiedad generalizada), si estás estudiando y quieres mejorar tus resultados (técnicas de estudio), si te cuesta ligar (habilidades sociales) o tienes problemas de pareja (terapia de pareja), si tus hijos se están desmadrando (terapia familiar) o si tienes que cuidar a una persona con Alzheimer (tratamiento demencias, autocuidado), si te falta la motivación para mantener una dieta o hacer ejercicio (técnicas de motivación, trastornos de la alimentación), si hablar en público es un problema o quieres mejorar tus habilidades de comunicación o de influencia (técnicas de comunicación, fobia social...) , si acabas de perder a un ser querido (afrontamiento del duelo) o si quieres controlar tus prontos (control de ira), si estás buscando trabajo (técnicas de búsqueda de empleo) o acabas de jubilarte... Y podría seguir un rato largo. Porque, como digo, el psicólogo no solo está para diagnosticar trastornos mentales, también para ayudar en la gestión de la vida diaria que, como todos sabemos, no es cosa fácil. Y como la vida no es fácil para nadie, ir al psicólogo puede ayudarnos a todos y cada uno de nosotros. Por eso, deberíamos ir normalizando esto.

De igual modo que todos y cada uno de nosotros tendremos que pasar por un médico en algún momento de nuestra vida, todos deberíamos pasar por un psicólogo y no vivirlo como algo vergonzoso o a esconder.

El trastorno mental está ahí como puede estarlo un cáncer o un infarto. Si podemos prevenirlo, mucho mejor. Y si se sufre, se trata y punto. Igual que si sentimos un dolor o un síntoma acudimos a un médico para un diagnóstico temprano, podemos acudir a un psicólogo cuando algo no parece ir del todo bien o, simplemente, si queremos que vaya mejor.

La pandemia nos ha afectado a todos en mayor o menor medida. La incertidumbre, el miedo por nuestra salud y la de las personas que nos importan, la pérdida de familiares y amigos, el impacto económico, la posibilidad de perder el trabajo o el negocio, la reducción de la interacción social, la disminución de las actividades gratificantes... Todo ha influido y quien más y quien menos ha sufrido ansiedad, insomnio, ira, depresión o estado de ánimo bajo... ha dejado de lado el ejercicio, ha empezado a comer más y peor o, por el contrario, menos, se ha aislado socialmente... Cualquier cosa es suficiente para pedir ayuda antes de que vaya más o, simplemente, para sentirse mejor.

La salud mental no deja de ser otra forma de salud y, como la OMS ya ha mantenido desde hace tiempo: "La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades".  Así que cuidémonos y no nos avergoncemos de ello.

 

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