Poco a poco más empáticos

¿Es imposible la empatía hacia otros, si no la tengo primero conmigo mismo?

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Alicia Jiménez

 

A partir de mi experiencia en formación y desarrollo han sido numerosas las personas que me pedían ayuda en relación al desarrollo de su empatía. Generalmente esta petición de ayuda suele poner el acento en el otro y adopta formas como "Tengo un jefe con el que no puedo...", "Hay una persona en mi equipo con la que ya he decidido no hablar porque....", "Cuando los clientes se ponen agresivos yo me pongo "en mi sitio"...". Quizás lo más revelador no sean estas frases sino el lenguaje no verbal que las acompaña, suele ser perceptible una activación emocional en la persona que las dice y el consiguiente desgaste.

Detrás de estas frases suele haber alguna forma de defensa psicológica, es decir, la persona "encara" el asunto  de una forma que, aunque no resulta de todo efectiva para resolver la situación,  le hace otro servicio mayor, mantiene "a raya" otro dolor más profundos. La mayor parte de la gente preferimos  permanecer en cierta insatisfacción y frustración antes que mirarnos dentro, creemos  que así evitaremos  que aflore un dolor emocional  más antiguo y hondo, que tiene que ver con nuestra historia particular y que generalmente consideramos  temible. Todos tenemos traumas y todos hemos generado mecanismos de defensa para que ese dolor pasado no "salga".

Así es como las personas nos permitimos mostrar abiertamente la impotencia que nos generan las actitudes y comportamientos de un "terrible" jefe, pero pocas veces intentamos profundizar en nosotros mismos y ver ¿qué pasa conmigo?, ¿por qué le concedo a esa persona o situación el poder de afectarme tanto?. 

Aunque la acción afectiva ante el comportamiento hostil o "difícil" de ciertas personas pase por una comunicación firme y asertiva, esta será de bajo impacto si no logramos conectar con alguna forma de empatía, hacia nosotros mismos en primer lugar para luego poder llegar al otro. Tengo un compañero que se declara fan incondicional de la frase "Duro con el problema y suave con la persona". Y la comparto.

Pero ¿dónde está esa tecla?, ¿cómo se logra desarrollar una empatía tan amplia que pueda acoger las actitudes y comportamientos de esas personas "difíciles"?.  Una vez más el camino no es recto sino que requiere de nosotros un pensamiento paradógico.

Ante demandas como estas, en mis sesiones de coaching, cada vez percibo más claramente dónde está el espacio de trabajo y desarrollo poderoso y es en la empatía o autocompasión con uno mismo. Es imposible la empatía hacia otros si no la tengo primero conmigo mismo. Es hermoso ver cómo, cuándo un gestor de personas entrena su autocompasión, gana conciencia sobre su propio dolor emocional y necesidades, de forma casi automática, cambia su forma de" observar" a los otros.

Algunas personas creemos ser empáticas cuando actuamos como "salvadores", siendo generosos y asumiendo incluso más responsabilidad que el afectado sobre el problema de este. Esta salvación no se lleva a cabo desde una auténtica empatía, sino desde una suficiencia que viene de la negación del propio dolor emocional y las propias necesidades. Toda nuestra sociedad nos invita constantemente a pensar que "estar bien" es no sentir dolor, caemos en estrategias que vienen más "de la cabeza" que del "corazón". Confundimos tener pensamiento positivo con creer que "tengo que ser fuerte y no permitir que me duelan las cosas".

Todos nosotros tenemos por delante un camino precioso de autodescubrimiento, es apasionante repasar la propia historia y reencontrarnos con esos traumas a partir de los que fuimos construyendo este carácter que tenemos hoy. Éramos niños y adolescentes, nuestro aparato psicológico era inmaduro, hicimos lo que pudimos. Ahora somos adultos y podemos transformarnos cada día, nuestra mente es poderosa en su capacidad de cambio hasta un punto que nos cuesta imaginar. Aún así nos aferramos a eso que llamamos "mi carácter".

Cuando un uno de mis coachees me expresa su impotencia ante alguna relación y tiene el coraje de reconocer la dificultad empática que experimenta,  siempre le hago la misma pregunta refiriéndome a la otra persona: "¿Lo quieres?". Suelen mirarme sorprendidos e intentan evadir el trasfondo de la cuestión, me responden con evasivas o con otra pregunta: "¿Qué quieres decir?...Hombre llevamos trabajando juntos algunos años, no le deseo ningún mal... pero querer, querer... ¿Te refieres a eso?". Y entonces yo puntualizo: "No, me refiero a querer de AMOR. Ya sabes, amor por otro ser humano, ¿lo quieres?".

Así  creo un permiso para empezar lúdicamente  a hablar de la importancia de querer a los equipos, de cómo los seres humanos nos pasamos la vida buscando amor, aunque a veces usemos estrategias "raras". Aprovecho para reforzar la idea de que la  empatía hacia otros es realmente una tarea complicada si no me quiero y me trato bien a mi mismo en primer lugar.

Si me permiten una recomendación, creo que sería interesante para cualquier ser humano y especialmente para aquellos que gestionan personas, algún tipo de trabajo de desarrollo personal. Cualquier actividad  que aumente la conciencia de uno mismo, los propios traumas y la autocompasión como primer paso para después poder acercarnos a otros de forma empática.

 

 

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