Inteligencia Emocional versus Coeficiente Intelectual

Daniel Goleman y el Consorcio para la Investigación sobre Inteligencia Emocional en organizaciones (Consortium for Research on Emotional Intelligence in Organizations)  indican claramente que la Inteligencia Emocional (IE) es el factor de éxito más importante en cualquier carrera.

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Nuria Fernández López

Saber introducirse en el microcosmos de los demás, requiere de ciertas capacidades que, a menudo se han mantenido relegadas en un segundo plano, en el mejor de los casos, ya que en otros, ni se han contemplado como opción.

Durante mucho tiempo, las empresas han buscado trabajadores centrándose en el coeficiente intelectual como predictor de su adaptación y éxito. Pero el tiempo pasa, y algunos años después aquella concepción clásica está bastante superada, y cada vez más empresas apuestan por "la inteligencia emocional" como clave de esa adaptación y éxito.

Emoción frente a razón, coeficiente intelectual e inteligencia emocional han sido concebidos como polos casi opuestos a lo largo de la historia, concepción que afortunadamente se ha redefinido por completo y hoy en día ser un trabajador emocionalmente inteligente es cada vez más determinante en el mercado laboral.

"Según una encuesta recientemente realizada en Estados Unidos a más de 2.600 técnicos de selección y profesionales de RRHH, el 71% dijo valorar más la inteligencia emocional (EQ) que el coeficiente intelectual (IQ). Además, el 59% descartaría candidatos con un IQ alto, pero con un EQ bajo"

Un individuo emocionalmente inteligente es aquel que presenta una autoestima adecuada, control sobre las propias reacciones, facilidad para motivarse y marcarse objetivos, capacidad de adecuación, equilibrio entre la eficiencia y la tolerancia y solvencia para superar dificultades y frustraciones. Estas, sin duda, son algunas de las virtudes más codiciadas por las empresas para sus profesionales. Todas ellas cualidades imprescindibles para cualquier profesional que tenga que manejarse en el contexto actual y relacionarse con los demás.

Sin embargo, la gran paradoja, es que a pesar de que la inteligencia emocional desempeña un papel igual de relevante que el cociente intelectual en nuestra vida, no se nos enseña en ninguna parte, aunque cada vez se nos exija más y se nos evalúe por ello.

Hay un camino que está todavía por recorrer, se nos forma en lengua, matemáticas o geografía, etc., pero casi nunca a conocer nuestros sentimientos y emociones y sobre toda a manejarlos de manera útil. Todavía hay una valoración desigual en el desarrollo de competencias.

A día de hoy, nos resulta muy complicado imaginar a un profesional de éxito que sea inseguro, impulsivo, solitario, negativo, poco comunicativo poco consciente de sus áreas de mejora. Se antoja que cualquiera que fuera la ubicación de un profesional así, estaría llena de piedras en el día a día.

Las competencias de IE constituyen un tipo de saber igualmente necesario que cualquier conocimiento técnico, y me atrevo a decir que en muchos casos hasta más. Los proyectos, los equipos y hasta las empresas, raramente fracasan por falta de conocimiento técnico, que si no se tiene se busca y se adquiere, sino por problemas relacionados mayoritariamente con la inteligencia emocional, que aunque es perfectamente susceptible de aprendizaje es mucho más complicada de adquirir y requiere sin duda un compromiso personal alto.

Y a pesar de que es un hecho constatado la necesidad de profesionales emocionalmente inteligentes, muy poca formación reglada completa la formación técnica junto con la formación en habilidades emocionales, siendo las propias empresas las que suelen invertir en programas formativos de esta naturaleza. El problema es que para recibir esta formación tienes que estar dentro, y en muchos casos precisamente no se está dentro por carecer de dichas competencias, paradógico cien por cien!!

 

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