Con quien siempre quiere tener la razón la comunicación se complica.

Personas a las que les cuesta dialogar y escuchar y no admiten que nadie les cuestione.

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Nuria Fernández López

Con seguridad todos conocemos a alguna de esas personas que creen tener siempre la razón y que, por mucho que intentemos hablar y expliquemos nuestra postura, nunca quieran aceptar un punto de vista diferente al suyo.

Con estas personas, bien sea por que están convencidas de que lo saben todo, por una necesidad de control excesiva o por su propia inseguridad, la comunicación se vuelve muy difícil. Estas personas están obsesionadas con tener el control de las situaciones. Todo lo que sea salirse de sus normas y su rutina les incomoda, no están a gusto con las situaciones novedosas ni con los cambios, la flexibilidad no es suyo.

 

Un día dos viejos pescadores navegaban río arriba cuando de pronto, avistaron una embarcación que se dirigía a ellos río abajo. Uno de los ancianos quiso remar hacia la orilla pensando que en ese barco iba el enemigo. El otro anciano, empezó a gritar a viva voz alzando su remo convencido de que era un pescador incauto y poco hábil. Los dos pescadores empezaron a discutir entre sí como niños en un patio de colegio. Instantes después, la embarcación que iba río abajo los embistió de pleno lanzándolos al agua. Los ancianos se cogieron a los restos de madera flotantes descubriendo que el otro barco iba vacío. Ninguno de los dos tenía razón. El auténtico enemigo estaba en sus mentes, en unas mentes demasiado obcecadas para ver realmente lo que tenían delante.


 


La realidad es que en un momento u otro nos tocará relacionarnos con personas así, seguramente más veces de lo deseado. Por ello, cuantos más recursos tengamos menor será su impacto sobre nuestro comportamiento y ánimo, y menor el desgaste que nos produzcan.

 

¿Qué podemos hacer?:

  • Escuchar sin interrupciones: conviene mantener una escucha activa, con ello podremos evitar que la conversación resulte imposible. No interrumpirles mientras expongan sus argumentos, se trata de dejar temporalmente de lado nuestro punto de vista y enfocarnos en entender al máximo el de nuestro interlocutor.
  • Concederle su parte de razón: si escuchamos y somos capaces de encontrar una mínima parte de razón en sus argumentos, expresarlo puede ser una forma de suavizar la situación y minimizar su obstinación.
  • Controlar el lenguaje que usamos: utilizar un lenguaje tranquilo tanto en lo verbal, como en lo corporal nos da la oportunidad de exponer nuestras opiniones e ideas.
  • Ejercitar el autocontrol: es fácil que este tipo de personas nos puedan "sacar de quicio, por ello debemos respirar y contar hasta diez para evitar entrar en la escalada del conflicto.
  • Practicar inteligencia emocional: hacer un verdadero ejercicio para identificar, entender y manejar las emociones.
  • Exponer nuestros argumentos. Después de todo lo anterior nuestro interlocutor estará más abierto y receptivo, ahora sería el momento de intentar explicarnos, siempre con un mapa de ruta en nuestra cabeza de qué es lo que queremos exponer, hasta dónde queremos llegar y cuáles son los límites que no debemos pasar.

James C. Coyne (1976) escritor, psicólogo y profesor emérito de la escuela de psiquiatría en Universidad de Pennsylvania afirma: "La necesidad de tener siempre la razón es un mal moderno capaz de afectar a nuestra salud física y emocional" , y yo añadiría, "y a la de quienes nos rodean".

 

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