Mentir no nos pone más nerviosos que decir la verdad.

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Nuria Fernández López

Intentar averiguar si alguien nos miente o dice la verdad es algo que a lo largo de la historia siempre nos ha preocupado, al punto de idear todo tipo de técnicas para  intentar evidenciar a los embusteros. Interés que aún hoy persiste.

En la antigüedad por ejemplo utilizaban el popular método del "atizador al rojo vivo". Este método consistía  en colocar un atizador en una chimenea encendida, lo sacaban y obligaban al acusado a lamerlo tres veces. La teoría era que el inocente tendría la cantidad suficiente de saliva en la lengua como para no quemarse, mientras que el culpable, al tener la boca seca,  la lengua se le quedaría pegada al atizador.

Durante la Inquisición española se utilizaba una técnica un poco menos bárbara. El acusado tenía que comer pan de cebada con queso, mientras los que le rodeaban rezaban al arcángel Gabriel para que no pudiese tragarse la comida si mentía.

En la actualidad todos esos síntomas no serían más que manifestaciones de una respuesta de ansiedad. Síntomas que evidencian la mentira. Nos ponemos nerviosos cuando mentimos, así que se nos seca la boca, sudamos, nos tocamos de forma impulsiva una parte del cuerpo, etc.

Sin embargo hay teorías que afirman que los niveles de ansiedad no son mayores en un mentiroso que en alguien que dice la verdad.

Richard Gramzow  de la Universidad de Southampton y sus colegas conectaron a un grupo de estudiantes  a una máquina de la verdad que les contaba las pulsaciones y después les entrevistaban sobre cómo les habían ido los exámenes.  En la entrevista los estudiantes tenían que comentar las notas que habían tenido a lo largo de los años y comparar sus habilidades con las de sus compañeros. Después, sin que ellos lo supiesen solicitaron las notas de todos los estudiantes de tal manera que se pudieran detectar los que habían mentido y los que no.

Los resultados mostraron que los que habían mentido no estaban más nerviosos que los que habían dicho la verdad.

Al parecer un considerable  número de investigaciones parecen evidenciar que el hecho de relacionar determinados comportamientos como sudoración, palpitaciones, evitar contacto visual, etc, síntomas todos ellos relacionados con la ansiedad producida por mentir, no son más que mitos alimentados por programas televisivos y series.

De hecho, hay estudios en los que se ha pedido a una serie de observadores que identifiquen de entre una serie de personas,  quiénes mienten y quienes dicen la verdad, los resultados que se han obtenido son semejantes a los que se obtendrían con respuestas al azar. Incluso grupos de abogados, policías, psicólogos y trabajadores sociales no han podido detectar de manera fiable el engaño.

Entonces, ¿cómo detectar a un mentiroso?. Según la investigación mentir supone un esfuerzo mental elevado por intentar dar coherencia y credibilidad a lo que se dice. Por ello los mentirosos tienden a no moverse mucho, limitan sus gesticulaciones, repiten frases, dan respuestas cortas, tardan en responder, su lenguaje suele ser más impersonal, suelen dar más evasivas, evitan responder del todo a las preguntas, e intentan cambiar de tema.

En definitiva si sospechamos que alguien nos miente olvidémonos de intentar buscar evidencias de nerviosismo o tensión. Es más posible que un mentiroso se presente como alguien que piensa mucho sin razón aparente.

 

 

 

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