Estrés para menores de edad

¿Es el estrés patrimonio exclusivo de los adultos? En las situaciones adecuadas los más jóvenes también pueden verse afectados.

 

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David Fernández

Seguro que cualquiera de nosotros, tras un día de bastante trabajo, corriendo a toda prisa para llegar a hacer la compra antes de que cierren las tiendas, corriendo de nuevo hacia casa para llegar a tiempo de hacer la cena, se reconoce diciendo algo similar a: "Ójalá volviese a ser niño, sin prisas, ni preocupaciones, solo pendiente de jugar y de pasarlo bien...".

 

Parece que el estrés y la ansiedad es algo que llega, fruto de la edad, pero la verdad es que estas situaciones no dependen exclusivamente de cómo los adultos afrontemos las numerosas responsabilidades a las que nos vemos enfrentados cada día. A pesar de que no sea un fenómeno tan extendido entre la infancia como entre los adultos, podemos encontrar casos de estrés en adolescentes, e incluso en niños.

 

Sobre el estrés ya hemos hablado en este blog en numerosas ocasiones, y debemos recordar que el estrés, por sí mismo no es bueno ni malo, ya que simplemente son una serie de  mecanismos fisiológicos que nuestro cuerpo pone en funcionamiento ante una situación de posible amenaza. Así pues, consideraremos al estrés como bueno o malo dependiendo del resultado que con él obtengamos: si por alguna extraña circunstancia nos encontrásemos en la selva amenazados por una fiera y gracia al estrés nuestro corazón bombease más  sangre de lo normal para poder correr y ponernos a salvo, consideraremos que el estrés ha cumplido una función muy positiva. Si por el contrario el estrés nos sobrepasase y  nos dejase inmóviles ante la bestia a causa del pánico... digamos que no lo valoraríamos tan positivamente...

 

Por norma general cuando se alude al estrés, nos estamos refiriendo al "estrés crónico" que se da cuando la situación deja de ser puntual y se convierte en una sobrecarga de tensión para nuestro organismo, y provoca problemas de memoria, nerviosismo, alteraciones del ánimo, dificultades para concentrarse...

 

Estos y otros síntomas han sido encontrados en futbolistas en edad juvenil (entre 16 y 18). Ello se desprende de los resultados obtenidos por un estudio publicado en 'Journal of Sport and Exercise Psychology', donde de los 167 futbolistas juveniles de varias academias de clubes profesionales ingleses, hasta la cuarta parte de ellos manifestaba haber sufrido en varias ocasiones los síntomas del síndrome de Burnout, y hasta un 1% de ellos comentaba sentirlo frecuentemente.

 

 

 

 

El síndrome de burnout podría traducirse como el sentimiento de "estar quemado". Cuando lo que estos jóvenes futbolistas deberían estar sintiendo: la diversión de compartir un deporte con sus amigos, la socialización, el trabajo en grupo, el aprendizaje..., les sobrepasa empiezan a sustituir estos sentimientos por fatiga crónica, la ineficacia y la negación de lo ocurrido, agotamiento emocional y físico, tener la sensación de no estar logrando lo que se debería, un descenso del rendimiento y el juego se convierte en una pequeña tortura. Está situación es extrapolable a cualquier otro medio donde a los jóvenes se le dote prematuramente de una carga importante de responsabilidad.

 

El doctor Andrew Hill, profesor de Ciencias del Ejercicio de la Universidad de Leeds y principal autor del trabajo, encontró que "el miedo a equivocarse o a no llegar a superarse era mucho mayor en aquellos que manifestaban sentir presión de su entorno familiar o sus entrenadores, mientras que el autoperfeccionamiento era la segunda causa más común para desarrollar problemas de burnout".

Y es que si los adultos, después de años de entrenamiento en lo que es la propia vida, también somos propensos a sufrir estos síntomas, ¿cuánto no deberán sufrir unos jóvenes expuestos a un ambiente donde se les somete a una gran exigencia física y mental?

Es por tanto labor de padres, profesores y entrenadores el saber reconducir estas situaciones, ya que al fin y al cabo no se están generando solo deportistas: se están creando personas.

 

Algunas canteras de clubes de fútbol han empezado a incluir dentro de sus organigramas técnicos la figura del psicólogo deportivo, ya que su utilidad ha quedado demostrada no solo en el caso de los profesionales sino también en el desarrollo de los más jóvenes, implantando programas de prevención, para evitar las proliferación de situaciones potencialmente dañinas, y programas de intervención cuando se detectan síntomas en alguno de los jóvenes.

 

¿Y cómo evitan que surja este síndrome? Alejo García Naveira, coordinador del grupo de trabajo en Psicología del Deporte del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid nos da la clave:  lo prioritario es conseguir que el joven tenga "la cabeza bien amueblada" y que familiares y entrenadores vean en este deporte un buen medio para el desarrollo físico, psicológico y social del chico. "Ya que en categorías inferiores, sólo llegan entre el 1% al 3% de los jóvenes al fútbol profesional, por lo que hay que reflexionar sobre las expectativas que proyectamos en nuestros hijos".

 

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