Si a una conducta o actividad motivada intrisecamente, le incorporamos una motivación en forma de recompensa externa, lo esperado es que la motivación incremente, sin embargo los datos indican otro hecho.
La experiencia nos indica que hay dos formas de disfrutar una actividad: intrínseca y extrínsecamente. Pongamos por caso un músico. Un músico puede tocar un instrumento por el propio placer y deleite que le produce la actividad, o porque es una oportunidad de ganar dinero, prestigio, fama, etc., motivación intrínseca versus motivación extrínseca.
Se puede abordar cualquier actividad desde la motivación intrínseca o extrínseca. Cuando alguien desempeña una actividad por el propio hecho de hacerla, estamos hablando de motivación intrínseca, cuando esa actividad se desarrolla para satisfacer motivos externos, hablamos de motivación extrínseca.
Sobre motivación se ha escrito amplio y tendido, y hay excelentes tratados sobre ello. Hoy me gustaría centrarme en una pregunta que los investigadores sobre motivación se formularon y que me parece interesante. ¿Qué pasa con la motivación cuando una persona comienza a recibir recompensas externas por realizar actividades cuya motivación original era intrínseca?
Si a un estudiante que le gusta leer, comenzamos a pagarle por ello, la consecuencia esperada es que incrementemos notablemente su motivación por leer. Veamos si esto es así realmente.
Cuando a una actividad intrínsecamente interesante le imponemos una motivación extrínseca, aunque el efecto esperado sea un incremento en la motivación, el efecto real que conseguimos es el contrario. En lo que se conoce como el "precio oculto de la recompensa".
Las conclusiones a las que se ha llegado después de décadas de investigación, acerca de cómo las recompensas inciden en la motivación intrínseca se articulan en las siguientes consideraciones.
Existen tres factores que delimitan las circunstancias en las que las recompensas reducen la motivación intrínseca.
Lo que parece que confirma la investigación es que las recompensas sólo disminuyen la motivación intrínseca, cuando la motivación del sujeto era alta y existe la expectativa de una recompensa tangible.
Los investigadores también han añadido que las recompensas no sólo disminuyen la motivación intrínseca, sino que también pueden interferir en el aprendizaje, ya que distraen la atención hacia la emisión de aquellas conductas necesarias para obtener las recompensas. Los individuos motivados extrínsecamente suelen elegir tareas fáciles, haciendo lo justo y mínimo que les permita alcanzar la recompensa, frente a los motivados intrínsecamente que suelen elegir tareas de dificultad moderada.
Otro dato interesante en este punto, es que los individuos motivados extrínsecamente son más proclives a la frustración y al desánimo que los individuos motivados intrínsecamente.
Las recompensas externas también impactan sobre la creatividad y finalización de las tareas, una vez las recompensas desaparecen o no eran como se esperaba, la tarea se abandona porque la motivación desaparece.
No obstante, las motivaciones extrínsecas son útiles cuando la motivación inicial de la persona es baja. Con una recompensa atractiva podemos hacer que se aborde cualquier tarea.
La recomendación de los investigadores es clara. Antes de caer en la tentación de utilizar ningún motivador extrínseco, es preferible tratar de buscar cuáles son los motivadores internos hacia la tarea y trabajar sobre ello, ya que los motivadores externos pueden acabar convirtiéndose en contramotivadores.