¿Qué se esconde detrás de los pequeños micropagos que existen en los videojuegos, supuestamente gratuitos, que jugamos a diario?
Hubo un tiempo en el cual los videojuegos eran terreno vedado para los niños y adolescentes que disfrutaban de sus aventuras digitales en sus videoconsolas y ordenadores, pero hace unos años, la empresa japonesa Nintendo en un brillante movimiento empresarial decidió desmarcarse de sus competidores y ahondar en el mercado intentando llevar su producto no solo a los chicos, también a su hermana, a su padre e incluso a su madre: había nacido la wii.
Este nuevo producto prometía que la experiencia de juego no sería algo que encerrase a los chicos dentro de su cuarto apartándolos del resto de la familia, sino que podría unirlos en el salón donde todos podrían jugar juntos.
Con una serie de contenidos más familiares se abrió un nuevo nicho de mercado, ya que millones de personas que jamás se habían acercado a este entrenamiento estaban haciéndolo ahora por primera vez.
A partir de ese momento nació el concepto de jugador de videojuegos casual, que con el auge de las redes sociales y aparatos como las tablets y smartphones empezaron a disfrutar de numerosos pequeños videojuegos gratuitos.
¿Quién no ha jugado o no ha recibido una invitación para jugar a Farm Ville, Angry Birds, Candy Crush, Apalabrados…? ¿Pero son todos estos juegos realmente gratuitos?
En principio durante la descarga esto es así, pero cuando se agotan las vidas, o el tiempo para jugar, antes de que se regeneren dentro de unos minutos o simplemente cuando uno se encuentra atascado en algún punto de la partida, los juegos te dan la opción de pagar una pequeña cantidad para poder superar ese pequeño trance.
Evidentemente los programadores de videojuegos también tienen que comer y tampoco parece algo descabellado que puedan obtener un beneficio económico a través de su producto. Si es algo que el jugador puede decidir libremente y elegir si desea esperar algo más de tiempo para continuar su partida o gastar unos euros para poder continuar inmediatamente no plantea ningún problema.
El problema empieza cuando se publicita a determinados juegos como gratuitos, pero si la mecánica de un juego está pensada para “vender” y no para “jugar”, ese juego no puede anunciarse como gratis. Todo añadido al juego que pueda conseguirse pagando, debería poderse lograr también jugando.
Tampoco parece especialmente ético que aquellos jugadores que hayan pagado por la descarga de un contenido especial tengan una ventaja muy superior al resto de jugadores, por ejemplo, un arma muy poderosa que acaba fácilmente con los jugadores que no han pagado por nada similar. En este caso la habilidad o experiencia de los jugadores resulta inútil y no ganará el mejor, ganará el que más dinero haya gastado.
El peor de los casos está relacionado con los juegos orientados a la infancia, en algunos juegos se inunda la pantalla con opciones de pago que hacen que sea relativamente fácil equivocarse o pulsar sobre una de las múltiples opciones de pago por descarga que se ofertan.
Es un negocio que mueve grandes cantidades de dinero y las cifras siguen creciendo, y a pesar de que seguramente todos podemos darnos cuenta de lo superfluo que puede resultar el pagar por estas pequeñas ventajas, ¿por qué se producen? Hay una serie de mecanismos psicológicos que actúan para impulsar a estas micro-compras.
En algunas ocasiones los juegos consiguen que se despierten mecanismos básicos y comunes de cualquier ser humano, como los celos, la envidia intrínseca. Si en algún juego online vemos que otra persona dispone de un ítem especial que deseamos tener aparecerá la llamada “envidia benigna”: no deseamos que el otro pierda su objeto, simplemente nosotros también deseamos tenerlo.
Otra estrategia es la que el Doctor Roy Baumeister, investigador del tema, ha llamado “agotamiento del ego”. Parte de la base de que nuestro auto-control es algo finito, una reserva de fondos de la que vamos alimentándonos para permanecer firmes.
¿Pero que sucede cuando nos vemos atrapados en una pantalla de Candy Crush que no podemos pasarnos después de varios días de intentos? ¿Utilizaremos la opción de pago que nos permite 5 movimientos extra por un pequeño precio? La teoría nos dice que cuanto más juguemos y más avancemos será más complicado resistirnos ya que habremos sido tentados en multitud de ocasiones y cuando nuestras reservas de ego se encuentren bajas será más complicado mantener al autocontrol.
También podemos encontrarnos con un intento de aislar al consumidor del valor real del producto ya que casi nunca pagamos por descargarnos euros o dólares, siempre suele ser una moneda o créditos ficticios cuyo valor no corresponde con el de la moneda local. Así resulta mucho más sencillo gastar ciertas cantidades de dinero sin saber realmente el gasto que conllevan.
Sabiendo todo esto cualquiera es libre de decidir si desea pagar por estas descargas, pero antes de nada, es preferible parar y reflexionar, si lo haremos de manera consciente o si estamos realizando una compra por impulso.