En las escuelas de periodismo se explicaba hace unos años que cuando un acontecimiento tiene lugar por primera vez éste constituye un accidente. Si se repite por segunda vez, debía considerase una casualidad. Pero que a partir de la tercera repetición ya podemos hablar abiertamente de tendencia. Desde el cambio en la Jefatura del Estado -abdicación mediante-, hasta el maracanazo de La Roja, pasando por los nombres que se perfilan como futuros candidatos a liderar los partidos políticos de viejo y nuevo cuño, parece que el relevo generacional ya se ha consolidado como un valor en alza en un contexto económico, cultural y político bastante erosionado.
Todo parece apuntar a que, en un breve lapso de tiempo, esta generación pasará por la desasosegante experiencia de despertar una mañana y comprobar que sus compañeros de instituto están dirigiendo el país.
El relevo generacional es una etapa crítica, confusa, que tiene mucho de rito iniciático adolescente para ambas partes. Los que dejan paso deben ser capaces de retirarse con dignidad y confianza, entendiendo que su momento ha pasado, mientras que los que llegan asumen la responsabilidad y la sombra de la duda... ¿será capaz? Un contraejemplo paradigmático de la primera parte contratante sería Mick Jagger, un hombre de 70 años que desafía a la biología pavoneándose durante dos horas atléticas sobre el césped del Santiago Bernabéu (si yo fuera el Cholo Simeone...). Por la otra parte, quizás el ejemplo más famoso de una herencia mal llevada sea Hamlet, el príncipe de Dinamarca.
Entrando en el terreno empresarial, abundan las compañías que ofrecen dentro de sus servicios de consultoría asesoramiento para manejar "la transición". Para variar, son las pymes las más sensibles al cambio ya que al tener menor margen de error se exponen a que el relevo generacional no supere esta fase adolescente.
En Teenage. The Prehistory of Youth Culture (1875-1945)*, Jon Savage recoge un artículo aparecido en New York Times
Magazine en 1945 que bajo el título "A teen-age Bill of Rights" resumía en diez artículos
la "carta de derechos del adolescente":
I The right tol et childhood be forgotten.
II The right to a "say" about his own life.
III The right to make a mistake, to find out for oneself.
IV The right to have rules explained, not imposed.
V The right to have fun and companions.
VI The right to question ideas.
VII The right to be at the romantic age.
VIII The right to a fair chance and opportunity.
IX The right to struggle towards his own philosophy of life.
X The right to profesional help whenever necessary.
Sin ningún género de dudas es en el décimo artículo en el que la cultura norteamericana, tan conservadoramente progresista, sitúa su punto de anclaje para todo relevo generacional, en cualquier ámbito. Quien hace la ley hace la trampa, y este décimo artículo bien puede convertirse en una puerta giratoria a través de la cual la "vieja guardia" no deje de interferir alegando que la necesidad, la realidad, o el nunca bien ponderado "sentido común", obligan.
Como decía mi abuelo, cualquier cambio es complicado, incluso para bien.
*El apasionante estudio del concepto "teenage" de Jon Savage ha sido llevado a la gran pantalla en 2013 (http://www.teenagefilm.com/). Aún no tenemos traducción al castellano de la espléndida prosa de Savage, ni la película ha sido estrenada en nuestro país.