"El odio" es una película francesa de 1995 que narra cómo transcurren 24 horas de la vida de tres jóvenes en un barrio marginal, inmerso en los disturbios y la violencia, a las afueras de París. La película comienza y acaba con una historia:
Una historia breve y sencilla que refleja muy bien cómo nos podemos engañar a nosotros mismos en muchas ocasiones. No se trata de vivir perennemente asustados, con miedo o poniéndonos en lo peor, pero tampoco tiene mucho sentido negar lo evidente.
Cuando anticipas un porrazo, te llaman pesimista o pájaro de mal agüero. Yo entiendo que ser pesimista es ir pensando todo el camino que nos vamos a caer, incluso cuando vamos caminando por tierra firme y sin obstáculos. Saber que estamos cayendo y anticipar que nos va a doler el golpe, creo que es ser simplemente realista.
Habrá quien diga que si estás ya cayendo y no hay nada que puedas hacer para evitarlo, tampoco sirve de mucho anticipar el golpe. Séneca decía que "Duele más de lo necesario lo que duele antes de tiempo". La anticipación es, seguramente, uno de los grandes males que sufrimos habitualmente. Pasamos mucho tiempo sufriendo por lo que podría venir, por lo que podría pasar... Cuando, en muchos casos, ni siquiera sucede.
Pero entre una cosa y otra, hay un punto medio. Si la ansiedad anticipatoria nos destruye poco a poco, la negación de una realidad evidente tampoco nos beneficia. De hecho, nos hace imprudentes. Se sabe que las personas positivas son más temerarias que las pesimistas, básicamente porque tienden a obviar los peligros a los que se exponen. Los positivos acusan a los negativos de que nunca conseguirán nada porque no arriesgan.
Como siempre, yo abogo por el punto medio, ese que nos impulsa innovar pero que no deja de lado el análisis objetivo de los pros y los contras. El que evita el conformismo, pero sabe qué guerras hay que luchar y hasta dónde se puede llegar en ellas, y qué batallas abandonar. El que busca nuevos caminos pero está atento a los peligros del trayecto, de tal modo que es capaz de volver sobre sus propios pasos o hacer un giro si el rumbo nos lleva a un final desastroso.
Si el pesimismo no nos puede bloquear, el optimismo tampoco nos debe cegar.