Cada vez somos más conscientes de las consecuencias del consumismo, de su impacto sobre el ambiente y la sociedad. Cada día son más los consumidores que no quieren contribuir a la destrucción de bosques, al maltrato animal, a las precarias condiciones de los trabajadores low-cost de la fast fashion en Bangladesh, India, China... a la explotación infantil, que conlleva el consumismo desenfrenado en el que nos hemos instalado. La conciencia colectiva empieza a ser más sensible al medio ambiente y al bien común. Los consumidores tenemos más información sobre los procesos de producción, qué tipos de ingredientes lleva un alimento, cuánto contamina un proceso de fabricación... y nos llegan noticias de las miserias que esconden algunas marcas de consumo. Este conocimiento de lo que conlleva nuestro propio consumo provoca un sentimiento de culpa que nos hace sentir incómodos. ¿Pero quién está dispuesto a dejar de consumir? Aquí es donde nace el concepto de "consumo libre de culpa" ("guilt free consumption"), un consumo consciente que aporta un beneficio social o ecológico.
La definición del consumo libre de culpa según Trendwatching sería: "Impulsados por una mayor conciencia sobre los conflictos existentes entre los impulsos consumistas y la aspiración de convertirse en 'buenas personas', los consumidores están experimentando un sentimiento de culpa cada vez mayor. ¿El resultado? Una creciente necesidad de un nuevo tipo de consumo: libre de preocupaciones (o al menos, menores) sobre su impacto negativo y que asimismo dé paso a continuos caprichos."
Como los valores y el comportamiento de los consumidores están cambiando, las marcas se adaptan a los nuevos modelos y proponen productos respetuosos con el medio ambiente, de comercio justo y sin sustancias nocivas para la salud. Al mismo tiempo, la adquisición de estos productos, proporciona a estos consumidores concienciados un nuevo estatus, de tal modo que lucir productos visiblemente sostenibles, éticos o saludables, o envueltos en un storytelling relacionado es también un potente motivador de la compra.
Sólo aquellas marcas que de verdad puedan demostrar que su compromiso es real y que trabajan no sólo por sus propios beneficios, serán capaces de hacernos sentir menos culpables, y al mismo tiempo, hacen posible una proyección de nosotros mismos como consumidores comprometidos.
Y es que nuestras decisiones de compra pueden modificar las tendencias del mercado. Por ello, con el consumo libre de culpa reclamamos a las empresas que incluyan valores como variables en sus productos y servicios, que sean comprometidos y contribuyan a mejorar el medio ambiente, la sociedad y la salud.