Dos personas pueden no cooperar incluso si ello va en contra del interés de ambas, John Nash, premio Nobel de Economía 1994.
Si digo que este pasado fin de semana falleció John Nash es posible que alguien me diga ¿quién?, pero si os recuerdo la película “Una mente maravillosa” llevada a la gran pantalla por Russell Crowe es posible que ya alguno identifique de quien hablo.
Pue así es, este pasado fin de semana fallecía John Nash en un accidente de tráfico junto a su esposa que le acampanó toda su vida.
A John Nash le toco vivir con el cielo y el infierno de su propia mente. Una mente que le llevó a conseguir un premio Nobel por su teoría de los juegos, y al mismo tiempo le condenó al abismo de la esquizofrenia durante gran parte de su vida. Una mente brillante ensombrecida por la enfermedad mental. Esclavizada en la búsqueda de claves secretas que le permitieran desactivar la conspiración mundial que creía haber descubierto en infinitas series de números que escribía sin parar en pizarras de aulas sin alumnos.
Una mente privilegiada que a los 21 años, cuando estaba en su segundo año en la Universidad de Princeton, formuló su “Teoría de los juegos”. Dicha teoría supuso un gran avance con aplicación a disciplinas como la economía, la biología, psicología, política, etc.
Su “teoría de los juegos” con el “equilibrio de Nash” estudia el comportamiento de los individuos en entornos estratégicos. Analiza la manera en la que cada persona antes de emprender una acción determinada, analiza la manera en la que otras responderán a sus acciones. Las ciencias sociales estudian los comportamientos de grupos de varios individuos en base a los estudios de Nash.
El “dilema del prisionero” es un ejemplo clásico en el que se puede ver la aplicación práctica de la teoría de Nash.
La enunciación clásica del dilema del prisionero es:
La policía arresta a dos sospechosos. No hay pruebas suficientes para condenarlos y, tras haberlos separado, los visita a cada uno y les ofrece el mismo trato. Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a la pena total, diez años, y el primero será liberado. Si uno calla y el cómplice confiesa, el primero recibirá esa pena y será el cómplice quien salga libre. Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años. Si ambos lo niegan, todo lo que podrán hacer será encerrarlos durante un año por un cargo menor.
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Tú confiesas |
Tú lo niegas |
Él confiesa |
Ambos son condenados a 6 años. |
Tú eres condenado a 10 años y él sale libre. |
Él lo niega |
Él es condenado a 10 años y tú sales libre. |
Ambos son condenados a 1 año. |
Si ambos prisioneros son completamente egoístas y su única meta es reducir su propia estancia en la cárcel. Como prisioneros tienen dos opciones: cooperar con su cómplice y permanecer callado, o traicionar a su cómplice y confesar. El resultado de cada elección depende de la elección del cómplice. Por desgracia, uno no conoce qué ha elegido hacer el otro. Incluso si pudiesen hablar entre sí, no podrían estar seguros de confiar mutuamente.
Si uno espera que el cómplice escoja cooperar con él y permanecer en silencio, la opción óptima para el primero sería confesar, lo que significaría que sería liberado inmediatamente, mientras el cómplice tendrá que cumplir una condena de 10 años. Si espera que su cómplice decida confesar, la mejor opción es confesar también, ya que al menos no recibirá la condena completa de 10 años, y sólo tendrá que esperar 6, al igual que el cómplice. Y, sin embargo, si ambos decidiesen cooperar y permanecer en silencio, ambos serían liberados en sólo 1 año.
Aunque la opción claramente más ventajosa es que ambos permanezcan en silencio, lo más habitual es confesar y salir perjudicados ambos.
En formación hay un juego clásico llamado "gane lo máximo posible", que se basa también en este planteamiento y que se suele usar para ver temas relacionados con negociación.
foto: ABC.es Ciencia
Al margen de la cuestión más científica, la historia de Nash también es un claro ejemplo de como el apoyo social es capaz de mantener a una persona en contacto con la realidad. Su esposa y amigos se encargaron a lo largo de todo su vida de apoyarle para exigirle a su mente este contacto con la realidad, de tal manera que finalmente consiguieron que después de muchos años de desconexión volviera a dar clases.
Sin duda Nash forma parte de las estadísticas de los privilegiados, ya que lamentablemente muchas personas con problemas mentales se ven abandonadas por sus entornos terminando viviendo situaciones verdaderamente lamentables y tristes. Mi admiración no sólo a Nash por su brillante mente, sino sobre todo a aquellos que no dejaron de acompañarle y apoyarle a lo largo de lo que con seguridad habrá sido una difícil andadura.