Un reciente estudio propone utilizar sonidos de la naturaleza para la mejora del rendimiento laboral.
Desde que existe, la música ha sido utilizada para provocar o enfatizar emociones en el ser humano. Ya sea a través de una banda sonora oscura e inquietante durante una película de suspense, una triste balada para acompañar a los corazones rotos o los cánticos y marchas militares que preceden a una batalla para infundir coraje en el ejército propio y miedo en los rivales.
La psicología y otras muchas ciencias han realizado numerosos estudios para tratar de evaluar en qué grado, la música y otros sonidos, pueden llegar a predisponer al cerebro hacia ciertos estados mentales de relajación, excitación o miedo. También, en otros estudios, se ha buscado comprobar si la música es capaz de ayudar al desarrollo de habilidades cognitivas como la memoria o la capacidad espaciotemporal.
Movido por la curiosidad de las posibles aplicaciones del sonido y la música, Jonas Braasch, especialista en acústica y músico perteneciente al Instituto Politécnico Rensselaer de Nueva York, presentó uno de sus últimos estudios durante el 169º Congreso de la Sociedad Acústica Americana celebrado este mes de mayo.
Numerosas oficinas modernas emplean ya música de fondo para dotar de cierta privacidad a las conversaciones. Así, a cierta distancia, las palabras resultan ininteligibles gracias al enmascaramiento que produce la música. De ese modo se reducen las distracciones, las personas cercanas implicadas en la conversación pueden seguir el hilo, y a su vez, los que se encuentran a una mayor distancia, no acceden al contenido de la misma ni les molesta durante la realización de sus tareas.
Durante las últimas décadas el sonido utilizado como sistema de enmascaramiento más frecuente es el "ruido blanco", que consiste en una mezcla de ruido electrónico sin un patrón concreto.
Braasch y su equipo realizaron su estudio de enmascaramiento inspirándose en sonidos de la naturaleza, con la intención de comprobar si resultaban más eficaces que el "ruido blanco" u otras señales convencionales.
Después de exponer a los participantes del estudio a tres estímulos sonoros diferentes mientras desarrollaban sus tareas laborales diarias: ruidos típicos de oficina sumados a una señal de música, sonidos de la naturaleza o sólo los ruidos propios de la oficina, constataron que sus habilidades cognitivas mejoraban con la presencia del sonido del río en la montaña.
Como explica Alana DeLoach, parte integrante del estudio, "El sonido natural imitaba el de un arroyo en la montaña, siendo lo suficientemente aleatorio para no ser una distracción. Esto es clave en cualquier sistema de enmascaramiento de éxito". Se comprobó que, además, los trabajadores expuestos al sonido resultaban más productivos y presentaban un mejor estado de ánimo que los demás.
La propuesta de Braasch para mejorar entornos mediante sonidos de naturaleza no solo se limita al ámbito laboral, ya que también propone su utilización en hospitales para mejorar el estado de ánimo de los pacientes.