Desde la aparición de la nueva generación de televisiones, teléfonos y relojes inteligentes, tablets y ordenadores portátiles con un bajo peso y gran autonomía y unas tarifas asequibles para conectar todos esos aparatos a la red de redes, estamos acostumbrados a estar casi todo el día conectados.
Si retrocedemos unos pocos años recordaremos que la comunicación móvil consistía en llamadas cortas y mensajes de texto (SMS) con un mensaje condensado y directo, que contenía la información imprescindible y pocas florituras para evitar tener que pagar el envío de más de un mensaje.
Al aparecer las tarifas planas que ofertaban las operadoras de telefonía y que permitían el uso de voz y datos sin límites pagando una cantidad fija pasamos a una nueva situación donde mediante programas como Whatsapp, Skype, Line y otros similares, podíamos ya no solo enviar un mensaje, si no mantener una conversación completa con nuestros amigos y familiares.
Si a esto le unimos la existencia de numerosas redes sociales como Facebook, Instagram, Linkedin, diversos foros, etc., donde dejamos nuestras opiniones o publicamos información sobre nosotros mismos es innegable que hemos vuelto a ser una sociedad donde la escritura, de una manera u otra, es primordial.
Si una persona decidiese invitar a un grupo amplio de amigos a una fiesta, seguramente no decidiría llamarles por teléfono uno por uno. Seguramente utilizaría una invitación de Facebook a un evento o una cadena de correos electrónicos para que la gente pudiese ir confirmando su presencia. A su vez, estos amigos, seguramente creasen un nuevo grupo de Whatsapp para decidir si llevarían comida o bebida a la fiesta o qué regalo podrían hacerle al anfitrión.
Esto es un simple ejemplo de cómo han cambiado los códigos de comunicación actuales y aunque es cierto que hace siglos la gente ya se comunicaba de manera epistolar, no se trataba de conversaciones y por tanto no necesitaban de la presencia de la comunicación no verbal o el feedback.
Ya que mediante una conversación escrita no podíamos hacer uso de un giño o una inflexión en la voz, empezamos a utilizar "emoticonos", pequeños dibujos en forma de icono que representan diferentes estados de ánimo y emociones. En un primer momento eran simples combinaciones de caracteres alfanuméricos "como por ejemplo dos puntos, guion y paréntesis final :-) " que se empezaron a usar en foros de internet y que pronto se incluyeron en los envíos de mails o SMS. Con la aparición de foros más modernos y programas de mensajería como Messenger, estás combinaciones fueron sustituidas por otras pequeñas caritas u otros como manos con el pulgar hacia arriba. En utilidades más modernas como whatsapp se ha implementado todo un juego completo de nuevos emoticonos de origen japonés llamados Emoji.
La importancia de estos pequeños dibujos en nuestra comunicación diaria es tan notoria que incluso han provocado pequeñas movilizaciones de usuarios para reclamar a la empresa que desarrollo estos iconos de evidente marcado estilo oriental, que los adecuase a las diferentes culturas del resto del mundo. Así aparecieron recientemente iconos de personas de diferentes tonalidades para representar las diferentes etnias y muchos otros nuevos iconos.
En España, por ejemplo, tomó cierta relevancia una campaña para intentar incluir dentro de un apartado gastronómico dominado por iconos de sushi y noodles, algo tan nuestro como la paella. (No intentéis buscarlo en vuestro teléfono, todavía no lo han incluido, pero no perderemos esta batalla).
Y es que estos pequeños iconos condensan mucha más información de que la que puede parecer a simple vista. Son un modo sencillo de comunicar no sólo información sino también emociones. Tanto es así que Facebook se ha visto en la necesidad de incluir un nuevo elemento: el "botón de la empatía".
Hasta ahora, cuando un amigo subía un comentario o una foto donde nos informaba de que estaba de vacaciones en la playa o de que había tenido un bebé, nuestra manera de proporcionarle feedback y de que supiese que le habíamos leído, era pulsar el famoso botón de "me gusta".
Lo que posiblemente nunca pensó Mark Zuckerberg cuando empezó a diseñar Facebook era que la gente también podría utilizar su creación para comunicar a sus amigos noticias menos alegres, cómo el fallecimiento de un familiar o la pérdida de un empleo. ¿Se puede en ese caso pulsar en el botón "me gusta" para indicar a nuestro amigo que hemos leído su comentario? Y más allá de eso, ¿cómo transmitimos que entendemos cómo se siente y que queremos apoyarle?
Con esta nueva utilidad se pretende proporcionar a los usuarios un modo sencillo y rápido de comunicar esa empatía, de hacer saber al otro que no sólo hemos recibido la información sino que comprendemos su estado emocional y queremos brindarle nuestro apoyo.
La pregunta es, ¿es posible transmitir todo esto con un solo botón? En este mundo de prisas, ¿la empatía se puede reducir a un click?