Una de las características negativas que más se asocian al carácter de los españoles es nuestra predisposición a dejar todo para última hora, somos procrastinadores por naturaleza.
Esto no es algo nuevo, el escritor Mariano José de Larra, autor de uno de los ensayos más conocidos de nuestra lengua, dedicó en 1833 su mirada crítica hacia este mal tan nuestro. Larra nos presenta sus conversaciones con un amigo extranjero que intenta completar unos trámites burocráticos que a priori, parecen rápidos y sencillos de resolver, pero que tendrán entretenido a su amigo durante varios días, de ventanilla en ventanilla, oyendo en repetidas ocasiones la frase que da título al ensayo: "Vuelva usted mañana".
Para evitar convertirnos en otro procrastinador más podemos seguir algunas sencillas recomendaciones:
Por lo general, podríamos resumir todos estos consejos en uno solo: para realizar una tarea no hay que buscarse excusas, solo hay que desearlo y decidirse a cumplirla.
Buen ejemplo de ello es esta antigua fábula oriental. Espero que os guste y os ánime a cumplir con vuestros proyectos.
DOS BONZOS Y UNA PEREGRINACIÓN
En la montaña Emei, había muchos monasterios. Los bonzos de los grandes monasterios eran muy ricos y los de los pequeños monasterios, muy pobres.
Un día, un bonzo de un pequeño monasterio fue de visita a un gran monasterio con el fin de despedirse, pues partía en peregrinación a Putuo, una isla del mar del Este. Putuo queda a unos tres mil li de la montaña Emei; es necesario escalar altas montañas y atravesar muchos ríos para llegar allí. Ese complicado viaje dura meses y a veces hasta años.
Cuando el bonzo pobre puso al corriente de su proyecto al bonzo rico, éste quedó asombrado:
- ¿Pero qué lleva usted para su viaje?
- Un jarro y una escudilla proveerán a todas mis necesidades. Recogeré el agua con mi jarro y cuando sienta hambre pediré alimentos de limosna con mi escudilla.
- Yo también deseo realizar esa peregrinación; hace varios años que estoy preparándome – dijo el bonzo rico – pero nunca he podido ponerme en camino, pues siempre me falta algo. Temo que usted tome las cosas un poco a la ligera. ¡Este viaje no es tan fácil como usted lo cree!
Un año más tarde, al regresar de su viaje, el bonzo pobre fue a saludar al bonzo rico de Emei y le contó cómo había sido su peregrinación a Putuo.
A pesar de su desconcierto, el bonzo rico confesó:
- En cuanto a mí, aún no he terminado mis preparativos para el viaje.