Nuestro discurso interno, o sea, lo que nos decimos a nosotros mismos influye en aspectos como las profecías autocumplidas, la facilidad o dificultad para cumplir metas y resolver problemas.
En numerosas ocasiones ya hemos comentado como el lenguaje no solo moldea nuestra forma de ver el mundo, sino también cómo nos comportamos. El lenguaje influye no sólo en lo que pensamos, sino también en lo que hacemos, tiene más influencia en nuestras vidas de lo que nos damos cuenta y la mayoría de nosotros no le prestamos suficiente atención.
Muchos de estos pensamientos de los que ni nos damos cuenta , en muchos casos automáticos, están en un nivel " inconsciente".
El inconsciente es aquella parte de nuestra mente que se encarga de hacer funcionar nuestro cuerpo, de interpretar y almacenar la información recibida por nuestros sentidos, organizar y guardar recuerdos. Hay algunos estudios que sugieren que nuestras decisiones, acciones, emociones y comportamientos dependen en un 95% del pensamiento que se da de manera inconsciente.
Por contra, lo consciente designa al conjunto de vivencias/pensamientos de las que la persona puede darse cuenta. Es esa voz dentro de nuestra cabeza que funciona lógica, racional y secuencialmente; ordena la información, busca patrones ,la procesa y clasifica de manera que podamos entenderla. Obviamente, cuando decimos algo conscientemente, tiene efectos en nuestro inconsciente.
Un aspecto muy importante del inconsciente es que no funciona a través de textos y letras, sino que lo hace a través de símbolos e imágenes. Esto supone que el inconsciente no es capaz de procesar negativos, por ese motivo, si digo: "no pienses en una silla roja", lo primero que se nos viene a la mente es, una silla roja. Esta es la razón por la que en muchas ocasiones cuando decimos: "no puedo fallar", "no quiero caerme", "no quiero ponerme nervioso", el inconsciente tendría imágenes de fallar, caer, de activarnos, con lo que acaba ocurriendo aquello que deseamos evitar. Por supuesto no ocurre en el 100% de los casos, pero aumenta considerablemente las probabilidades de que estas cosas sucedan.
Pero como lo que interesa es orientarse a la solución, lo mejor que podemos hacer para controlar estos mensajes inconscientes que nos enviamos, es aprender a "reformularlos" , esto es, aprender a decir lo mismo en palabras distintas y desde otra perspectiva o enfoque, y por supuesto, aprender a expresar aquello que queremos de forma afirmativa. Para comprenderlo mejor basta con que pensemos en qué afirmación de las siguientes tendrá más impacto en nuestro comportamiento: "no soy un mentiroso", o "soy una persona que dice la verdad" ,"Voy a intentar no fallar" o "voy a intentar hacer las cosas bien". Con una simple reformulación del mensaje, la predisposición a la acción y la emoción es totalmente distinta.
Según el neuropsicólogo norteamericano Rick Hanson, poner más atención en las cosas negativas es un aspecto natural de nuestro cerebro, a esto lo denomina "sesgo negativo", la información negativa es, instintivamente, más relevante para nuestro cerebro pues activa nuestros mecanismos de supervivencia. En sus propias palabras, "el cerebro es como velcro para las experiencias negativas y teflón para las positivas. Aunque el mismo Hanson dice que con un poco de esfuerzo y consciencia, esto se puede vencer.
Nuestro lenguaje interno también afecta de forma muy importante a la opinión que tenemos de nosotros mismos. En general las personas somos muy susceptibles a las "etiquetas" y una vez que las adoptamos ("esto...no se me da bien") es muy difícil dejarlas de lado, pues las transformamos en nuestra realidad. Por eso, es importante no etiquetarse y buscar formas positivas de expresar lo mismo ("debo mejorar en ...") de modo que para nuestro inconsciente, pase de ser una característica inmutable, a un estado temporal, posible de modificar.
Como punto de partida podemos intentar ser más conscientes de nuestro discuro interno, ya que lo que nos decimos y cómo lo hacemos tiene un gran impacto sobre nosotros y sobre los demás, con ello aumentaremos considerablemente nuestras probabilidades de éxito, de bienestar, de lograr objetivos y resolver problemas.