"Si tu plan no funciona, no significa que debas cambiar la meta, sino el plan".
La vida cambia continuamente, pero a veces no somos capaces de adaptarnos con suficiente rapidez a esas transformaciones. Para evolucionar es necesario cambiar, no obstante, hacernos conscientes de la necesidad de cambio no es sencillo. A todos nos ha sucedido en alguna ocasión que nos damos cuenta que debemos cambiar de rumbo porque lo que estamos haciendo no funciona o nos conduce a un callejón sin salida. Sin embargo, es frecuente que nos sintamos atrapados por las decisiones del pasado y por los malos hábitos. Insistimos en la dirección errónea y no sólo no avanzamos sino que comenzamos a retroceder. Paradójicamente, el perpetuar una acción o decisión podría reportarnos un cierto descanso, sin embargo, el esfuerzo que realizamos por nadar contracorriente, nos lleva a terminar agotados y desmotivados. Nos convertimos en víctimas de lo que se puede denominar: " El Síndrome de la Insistencia Errónea".
Por poner algunos ejemplos insistimos en la dirección errónea cuando:
-Nos aferramos a comportamientos del pasado, que en su momento fueron eficaces pero que en la actualidad han dejado de serlo y han perdido su sentido.
-Insistimos en la crítica, pensando que si la repetimos muchas veces, la otra persona terminará cambiando, cuando en realidad solo lograremos que se ponga a la defensiva.
- Nos obstinamos en seguir un sueño o una idea que creemos brillante, sin tomar en consideración las pistas que nos envía el mundo real para indicarnos que vamos por mal camino.
- Nos atamos a situaciones, que no funcionan y que se han convertido en una fuente de conflictos e insatisfacciones.
Al principio, en todos estos casos, ciertos comportamientos, creencias o ideas fueron válidos y eficaces. Pero llegado un punto las condiciones cambiaron, y sucede que en muchos casos no nos damos cuenta de ello, y seguimos repitiendo el mismo comportamiento que ya ha dejado de ser válido y eficaz. Por esto, en lugar de avanzar nos sentimos estancados y frustrados.
En ese punto, en vez de reflexionar, analizar el problema y ver las opciones de las que disponemos, con frecuencia solemos insistir en la dirección errónea, malgastando fuerzas y energías, incluso llegamos a sobre-insistir pensando que el problema es que no nos aplicamos lo suficiente, por lo que doblamos aún más nuestros esfuerzos en la dirección equivocada.
En muchas ocasiones nos empecinamos en seguir un camino porque estamos demasiado ensimismados en nosotros mismos y pasamos por alto las señales que nos envía el mundo para indicarnos que vamos en la dirección errónea. Podemos terminar creyendo que no somos lo suficientemente eficaces, cuando en realidad el único problema es que debemos cambiar de dirección. Seguir repitiendo comportamientos del pasado, solo porque una vez funcionaron, no es garantía de éxito, más bien es un salvoconducto al fracaso.