La FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), al igual que otras organizaciones que buscan cuidar de nuestra salud, nos tiene acostumbrados a campañas impactantes (a veces incluso demasiado explícitas y desagradables), con el fin de concienciarnos para reducir comportamientos potencialmente autodestructivos. Siguiendo la máxima de que la información por sí sola no modifica comportamientos, buscan llegar directamente a las emociones para cambiar actitudes.
Alguna de estas campañas de la FAD se centra en las consecuencias del consumo de sustancias (¿alguien se ha podido quitar de la cabeza la imagen del gusano entrando por la nariz?), pero otras muchas van a los orígenes: los factores que favorecen el consumo. De este modo, muchas campañas se han focalizado en temas como: la falsa idea de que las drogas nos ayudan a hacer/conseguir cosas que no lograríamos sin ellas ("Ir a una entrevistas con una hiena no te ayudará a conseguir trabajo. Las drogas, obviamente, tampoco"); la necesidad de ser aceptados y, como consecuencia, la dificultad para decir "no" ("Gallina, atrévete. Di no"); ese "por una vez no pasa nada" ("Cada vez cuenta. Piensa") o el "yo soy capaz de controlarlo" ("Sabes dónde empieza la diversión, no dónde puede acabar")...
La última campaña que ha sacado la FAD no sólo es aplicable al tema del consumo. El mensaje es mucho más amplio y seguramente todos nosotros, en mayor o menor medida deberíamos reflexionar sobre él y cómo afecta a nuestras vidas: "ten palabra contigo mismo". Porque, como nos explica el protagonista, nos suele costar o nos hace sentir mal romper las promesas que hemos hecho a los demás pero, ¿qué pasa con las que nos hacemos a nosotros mismos? ¿Cuántas veces nos proponemos cosas, nos ponemos metas, tenemos sueños... que luego abandonamos a la primera dificultad? ¿Cuántas veces abandonamos incluso antes de encontrar algún obstáculo, simplemente porque, a fin de cuentas, si no cumplimos, a quién defraudamos más que a nosotros mismos?
Y así, nos convertimos a nosotros mismos en el último mono. Una prueba del poco valor que nos damos a nosotros mismos. Echando por tierra la máxima de que caridad debe empezar por uno mismo, mostramos el poco respeto que nos tenemos asumiendo que no tiene ninguna importancia darnos "plantón". Y, claro, si no nos respetamos ni nosotros mismos, ¿cómo podemos pedir a los demás que lo hagan?
Así que no valen las excusas y el "total, quién se va a enterar". No sirve eso de: "si no defraudo a nadie, como mucho a mí mismo". No dejemos vencernos por la pereza o la indiferencia porque estamos haciéndonos más daño del que creemos. Casi mejor no prometernos nada si no lo vamos a cumplir. Seamos tan serios como lo seríamos con otros.
Valorarnos a nosotros mismos es la clave para sentirnos bien, para evitar caer en comportamientos autodestructivos o permitir a otros que nos pisoteen. Puede parecer una tontería, pero tener palabra con nosotros mismos es fundamental para una buena autoestima. Así que, como nos recomienda la FAD, escucha la charla y ten palabra contigo mismo.