En todas las culturas la superstición está presente. En la nuestra, el martes 13 es un mal día, pero, ¿por qué? Vamos a ver de dónde surge el comportamiento supersticioso.
Hoy es martes 13. Un día fatídico para mucha gente. Un día en que algunos ni se casarán ni se embarcarán. Pero, ¿por qué?
En la tradición cristina el 13 está relacionado con la Última Cena: 12 apóstoles y Jesucristo. En esa cena con 13 personas, Judas traiciona a Jesús y éste es apresado y condenado a muerte.
Otras culturas también asocian el 13 a la desgracia: la Cábala (corriente mística judía) enumera 13 espíritus malignos, el capítulo 13 del Apocalipsis se refiere al Anticristo y la Bestia, y muchas leyendas nórdicas mencionan este número en relación a malos augurios.
Por otro lado, el martes es un día negativo porque supuestamente está regido por el planeta Marte. Marte era el dios de la guerra, por lo que el día está asociado a la destrucción y la violencia.
Curiosamente, el día de mala suerte para los anglosajones no es el martes 13, sino el viernes 13. Diferentes culturas, diferentes tradiciones.
Cada cultura está plagada de supersticiones, cosas que nos pueden traer toda clase de desgracias: un gato negro cruzándose, pasar por debajo de una escalera, un espejo roto, sal derramada, abrir un paraguas dentro de casa... Al igual que existen amuletos que nos protegen y proveen de buena suerte: herraduras, patas de conejo, unos dedos cruzados... Cada una de estas cosas tiene su origen.
Pero muchos de nosotros tenemos nuestras supersticiones particulares: no nos ponemos una determinada pulsera porque “está gafada”, no nos vestimos de un determinado color porque nos trae mala suerte, debemos hacer un gesto o ritual si queremos que nos salgan bien las cosas, nos acompaña un objeto particular cuando necesitamos suerte, etc.
¿De dónde surge todo esto?
Al ser humano le gusta, es más, necesita pensar que controla lo que le ocurre y todo lo que le rodea. Por eso buscamos explicaciones a lo que nos sucede. Nos gusta encontrar reglas que nos permitan anticipar lo que va a acontecer. La superstición nos da cierta sensación de control.
Pero la forma en la que se gesta una conducta supersticiosa es más simple de lo que parece. Se crea por asociación. Es lo que se denomina correlación ilusoria: dos acontecimientos coinciden en el tiempo y aunque sólo haya ocurrido una vez, si son relevantes, los asociamos de tal modo que pensamos que el primero ha causado el segundo.
Por ejemplo: nos compramos una camisa nueva y nos la ponemos. Nada más salir de nuestra habitación recibimos una llamada en la que se nos comunica una mala noticia. Inmediatamente inferimos que la camisa tiene que ver con nuestra desgracia. La siguiente vez que nos pongamos la camisa estaremos alerta y, en cuanto algo negativo nos suceda, pensaremos: “Efectivamente, esta camisa me trae mala suerte”.
Claro, que no tendremos en cuenta cuánto tiempo ha pasado desde que nos la hemos puesto hasta que ha sucedido algo malo o cuántas cosas positivas han ocurrido mientras la teníamos puesta. De hecho, a partir de ese momento, nuestra mente sólo registrará los casos que coincidan con lo que esperamos: sólo veremos que cuando tenemos puesta la camisa, la mala suerte nos persigue.
Así que si nos sucede algo negativo, si no somos capaces de encontrarle una explicación, buscaremos una causa en alguna circunstancia casual que se haya dado a la vez. No importa que sólo haya ocurrido una o dos veces, si ha sido relevante para nosotros, a partir de entonces nuestra atención sólo se centrará en aquello que confirme nuestra teoría, despreciando los datos en contra, en lo que se denomina “profecía autocumplida”. [Ver Post anterior: FlashForward y la profecía autocumplida ]
Así que si hoy resulta ser un día normal, nuestra atención selectiva lo olvidará, sin embargo, cualquier acontecimiento negativo, por mínimo que sea, nos servirá para ratificar que en martes 13, es mejor no casarse ni embarcarse.