La fuerza de voluntad se define como aquella capacidad o habilidad para resistir las tentaciones a corto plazo con el objetivo de cumplir metas o propósitos a largo plazo (APA, 2012)
Las fechas que se aproximan son por lo general una prueba de fuego para el ejercicio de nuestra fuerza de voluntad y autocontrol. Quien más y quien menos, ahí andaremos en la lucha por controlarnos con los turrones, los mazapanes, las compras, soltar un improperio en una cena, comida, etc. Por ello aprovechemos para hablar un poco sobre la fuerza de voluntad, a ver si sacamos algo en claro.
Así, a grandes rasgos, podemos decir que la fuerza de voluntad, comparada con otras virtudes, es de las más importantes.
Las personas que controlan su atención, emociones y acciones tienen mejores resultados prácticamente en todos los sentidos. Son más felices y están más sanas. Sus relaciones son más satisfactorias y duraderas. Suelen ganar más dinero y llegan más lejos en sus carreras. Manejan mejor el estrés, los conflictos y las adversidades, e incluso viven más años.
El autocontrol es mejor indicador del éxito académico que la inteligencia, y es también determinante en un buen liderazgo.
La fuerza de voluntad la utilizamos constantemente a lo largo del día para tomar decisiones, para realizar tareas pendientes, para proponernos otras nuevas. No es algo innato, sino que se va aprendiendo o perdiendo a lo largo de la vida, cuanto más autocontrol ejercitemos en nuestro día a día, más autocontrol ganaremos para más adelante.
Actualmente hay distintas líneas de investigadores trabajando en la identificación de los procesos cerebrales que subyacen a la fuerza de voluntad y que están relacionados con la toma de decisiones, atención, memoria a corto plazo y planificación. A la pregunta de: ¿Prefieres ser inteligente o disciplinado? aunque la mayoría de las personas eligen la inteligencia, la disciplina, es en realidad un mejor indicador del éxito en la vida
El quid de la cuestión está en los procesos y habilidades en los que participa la fuerza de voluntad, que resultan altamente complejos, y se relacionan especialmente con la toma de decisiones ante dos tendencias en conflicto:
1. El impulso de la gratificación inmediata.
2. La capacidad para resistir y retrasar la satisfacción a medio o largo plazo.
El típico ejemplo sería el dilema entre:
Comer un alimento saludable pero menos apetitoso, que satisface un objetivo a largo plazo, cómo es obtener los beneficios de una alimentación saludable, o, comer un alimento que deleita los sentidos inmediatamente, pero que infringe los criterios de salud y que además contradice el propósito y deseo de tener esa alimentación saludable.
Para poder superar dilemas que impliquen a nuestra fuerza de voluntad, hay que tener en cuenta que, por un lado, van los deseos y por otro los comportamientos, si los deseos no se transforman en objetivos concretos y bien definidos, es muy probable que no se conviertan en una realidad. Es necesario identificar de forma clara qué beneficios esperamos conseguir, y que consecuencias negativas queremos eliminar o reducir con nuestro comportamiento. Para consolidar nuestra fuerza de voluntad es esencial trabajar en la planificación realista y progresiva de objetivos, estableciendo metas alcanzables a corto, medio y largo plazo. Es importante también evitar el agotamiento psicológico asociado a la sobrecarga y el estrés provocado por la sobreexposición continua a situaciones que requieran un esfuerzo sostenido de autocontrol.
Todos los autores coinciden en que con la práctica y el entrenamiento, contribuimos a mejorar nuestra fuerza de voluntad, así que es el momento de no escondernos detrás de la frase típica "es que no tengo fuerza de voluntad", y empezar a definir nuestras metas, objetivos y retos, ver que estamos dispuestos a hacer para conseguirlos, ya sabemos que la fuerza de voluntad se autogenera a base de esfuerzo, práctica y constancia.