Resistirse a las modas es difícil, casi imposible. Por supuesto que se puede nadar contracorriente, pero el esfuerzo es tan grande que en muchos casos no merece la pena. A fin de cuentas, ¿para qué dejarse la piel para llegar a otra orilla donde voy a estar prácticamente igual?
Así, visto esto, ¿quién puede resistirse a día de hoy a ser feliz? La felicidad se ha convertido el objetivo final que todo el mundo busca. Hay que ser optimista sí o sí, y ver la vida color de rosa. Para ello nos rodeamos de carteles, camisetas, pegatinas... con mensajes felices.
El problema es que por algún motivo la vida se empeña obstinadamente en ponérnoslo difícil. No voy a decir que no tengamos motivos más que de sobra para ser felices, sobre todo por comparación con personas que viven situaciones objetivamente más duras. Pero la realidad es prácticamente a diario sufrimos situaciones que no facilitan para nada mantener el ánimo elevado.
Para empeorar las cosas, si por lo que sea un día nos venimos un poco abajo, nos sentimos aún peor por no poder mantener esa famosa actitud positiva que tanto se valora.
Por suerte, desde la Universidad de California, un grupo de investigadores de la felicidad nos dan algunos trucos para sacar un poco de felicidad de donde aparentemente no la hay. Estos son algunos de ellos:
- Como todas las emociones, la felicidad es contagiosa. Así que si te juntas a una persona feliz y risueña, algo se te pegará.
- Algunas de las sustancias químicas del cerebro que crean los sentimientos de felicidad se producen por la comida que ingerimos. Los carbohidratos complejos (como las legumbres y panes integrales) liberan glosa de forma lenta y prolongada, proporcionando energía y evitando la sensación de fatiga. La vitamina B que resulta esencial para producir serotonina (el neurotransmisor que regula el estado de ánimo), está presente en muchos alimentos como las espinacas. El pescado y la carne contienen tirosina y fenilalanina, que inducen la sensación de bienestar que genera la dopamina. Por lo tanto, nuestra dieta puede influir notablemente en nuestro estado anímico. Elige bien lo comes y te sentirás mejor.
- Usa la técnica del 5% para quitarte tareas de en medio. De esas que tienes que hacer pero a las que nunca encuentras hueco.
- Practica la musicoterapia: te guste el estilo de música que te guste, ésta siempre ejerce un efecto beneficioso en las personas. Aunque no todos los experimentos sobre los efectos de la música en el cerebro proporcionan unos resultados muy claro, sí que es verdad que una buena canción no hace daño a nadie.
- El altruismo nos hace sentir bien. Está más que demostrado. Aunque habitualmente lo olvidemos, ese bienestar que experimentamos cuando hemos ayudado a alguien difícil de conseguir de ninguna otra forma. Así que cuando nos sintamos mal, lo mejor que podemos hacer es mirar a nuestro alrededor y buscar a alguien a quien ayudar.
- Haz ejercicio. Hasta los más perezosos lo hemos experimentado. Después de hacer ejercicio (eso sí, siempre al nivel que nuestro cuerpo puede soportar) nos sentimos mejor.
- Y, por supuesto, hazte con una mascota. Los estudios lo avalan: las personas con mascotas viven más y son más felices, además, se ha demostrado su utilidad en diversos tipos de trastornos. Pero este truco sólo se debe poner en marcha si asumimos las responsabilidades que conlleva tener un animal en casa.