¿Tienes Trastorno por Déficit de la Naturaleza? Combátelo con shinrin-yoku

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Patricia Lanza

 

En 2005 Richard Louv publicó el libro "El último niño en los bosques", en el que introducía un término nuevo: el Trastorno por déficit de la naturaleza (TDN). Si bien este trastorno no está realmente reconocido como tal por médicos ni psicólogos, sí conlleva una realidad innegable: cada vez nuestro contacto con la naturaleza es menor.

Antiguamente los niños jugábamos en la calle. Si vivías en pueblos el contacto era mayor, pero incluso los que nos criamos en ciudades aprovechábamos parques y plazas para nuestro esparcimiento. Y, por supuesto, las vacaciones eran el momento idóneo para juegos en el campo, baños en ríos cercanos y contacto con animales (o bichos) más o menos domésticos.

Pero esto cada vez se da menos. A día de hoy casi todo el ocio, tanto de niños como de adultos, se lleva a cabo en interiores. Las horas que se pasan delante de pantallas de todo tipo han relegado la actividad física a mera "realidad virtual". Incluso a la hora de pasear se escogen en muchos casos centros comerciales o, como mucho, calles en las que solo hay cemento y ladrillo.

Hace algún tiempo mi médico me comentaba su preocupación por los bajos niveles generales que se estaba encontrando en vitamina D en sus pacientes. "En España hay mucho sol, así que no deberíamos tener unos niveles tan bajos", me decía. Cuando yo pensaba en las horas al día en las que me da el sol (1 o ninguna, más bien), no me parecía tan raro. Literalmente, muchos de nosotros vivimos como vampiros que apenas vemos la luz del sol durante días o semanas completas. Así que cuando me llegaron los resultados de mis pruebas y se encontró con los niveles más bajos que había visto en su vida me pareció bastante razonable la explicación.

Así que, sea o no considerado un trastorno médico, la realidad es que tenemos un grave déficit de contacto con la naturaleza. Y esto podría no ser muy relevante si no fuera porque dicho contacto es vital para nuestra salud física y mental. De esto se dieron cuenta hace tiempo en Japón, cuando la cantidad de personas estresadas y agobiadas que acababan físicamente enfermas empezó a ser preocupante.

Basándose en las tradiciones sintoístas y budistas que siempre han impulsado el uso de los sentidos para incrementar la comunicación con la naturaleza, se crearon los shinrin-yoku (baños de bosque). Se trata de una forma de "terapia" en las que las personas se adentran en la naturaleza para disfrutar de ella y de los beneficios que les reporta. Un simple paseo por un bosque que nos permita escuchar el canto de los pájaros, el sonido del agua de un riachuelo, el olor a tierra mojada, el tacto del tronco de un árbol... nos aporta innumerables beneficios físicos y mentales. Diversos estudios han demostrado que, entre otras cosas, este contacto directo con la naturaleza mejora la salud:

  • física: disminuye la presión sanguínea, la frecuencia cardiaca, los niveles de glucosa en diabéticos no insulinodependientes, el sistema inmunológico se refuerza, se reduce la ingesta de medicamentos, bajan los niveles de cortisol, se fomenta la bajada de peso...
  • mental: mejora la memoria a corto plazo y el estado de ánimo, se reduce el insomnio, la ira y la fatiga, se dan menos vueltas a los problemas, haciendo decrecer la ansiedad, incrementa la percepción de bienestar...

El shinrin-yoku no requiere irse a vivir al bosque. Las sesiones consisten en paseos relajados de unas dos horas por el bosque, asegurándonos de "absorber" su esencia a través de todos los sentidos: escuchar los sonidos, empaparse de los colores, los olores, las sensaciones físicas... Esta técnica se ha extendido a otros países y en Europa ha sido bien recibida, creándose incluso asociaciones donde se puede acudir para practicar.

En España tenemos muchos lugares donde se puede practicar: La selva de Irati (Navarra), El Castañar del Tiemblo (Ávila), El Hayedo de Montejo (Madrid), el Parque Nacional de Garajonay (la Gomera), la Sierra de Aracena (Huelva), la Reserva natural de Muniellos (Asturias), las secuoyas del Monte Cabezón (Cantabria), el Valle de Ambroz (Cáceres)... No hay región en nuestro país que no tenga algún sitio adecuado para practicarlo y, si no nos es posible trasladarnos hasta un bosque, al menos sí podemos hacer por incrementar nuestro contacto con elementos naturales. Pasear por un parque, tener un jardín o plantas en casa, practicar algún deporte al aire libre... pueden ser prácticas que nos cerquen de nuevo a la naturaleza. Esa "madre" que nos da la vida (o que, con toda seguridad, nos la puede mejorar).

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