¿Qué sería de un blog sin un post sobre los propósitos de Año Nuevo? Como un verano sin calor. Así que siguiendo la tradición, vamos a hacer un pequeño análisis sobre este recurrente del comportamiento humano.
El proceso es más o menos el mismo todos los años: hacemos (escribimos o simplemente lo hacemos mentalmente) un listado de las cosas que querríamos conseguir este año. Normalmente, y si tenemos suerte, las mantenemos un par de días y luego caen en el más absoluto olvido. Llega un punto en el que siquiera nos sentimos mal por no haberlo logrado porque, en el fondo de nuestro ser, sabíamos que no lo íbamos a conseguir.
Hay varios motivos por los que los propósitos de Año Nuevo nunca pasan de eso, de meros propósitos. Analicemos algunos de ellos:
- La profecía autocumplida: cuando una persona cree que algo va a suceder (o no suceder) parece que milagrosamente los astros se alinean para que acabe siendo así. Realmente ni la alineación ni los astros tienen nada que ver. Nuestro convencimiento interior hace que actuemos en consecuencia y que, por tanto, lleguemos exactamente al punto que nos habíamos planteado. Por lo tanto, si ya nos planteamos los propósitos diciéndonos a nosotros mismos que "si total, no lo voy a conseguir" es, literalmente imposible que lo logremos. Así que un poco de confianza en nuestra capacidad va a ayudar mucho.
- Lo que quieren otros: en muchos casos lo que nos proponemos no son cosas que realmente queramos nosotros. Son más bien cosas que debemos hacer si queremos conseguir otras cosas que, generalmente, están relacionadas con otras personas. Por ejemplo: "voy a ser más detallista con mi pareja" no se platea como un interés real por esos detalles, sino que se piensa que eso va a tener como consecuencia final que la otra persona va a estar más contenta con nosotros. Del mismo modo, "voy a hacer dieta" o "voy a ir al gimnasio" no suelen tener que ver con una preocupación real por nuestra salud sino por la imagen que reflejamos en otros (que nos vean bien, que nos digan lo bien que estamos, etc.). Así que, lo más importante es buscar objetivos que realmente nos motiven, que nos importen a nosotros, para nosotros.
- No elegimos el mejor momento: aunque el principio de año parece un buen momento para plantearnos estas cosas porque supone un "borrón y cuenta nueva", la realidad es que es un momento complicado. En día 1 de enero está sumergido en medio de un montón de fiestas y compromisos sociales. Cansados de tanto "sarao" y tanta comilona y sabiendo la que nos espera a la vuelta al trabajo, es un periodo complicado. Realmente no es la rutina real en la que vamos a estar sumergidos los próximos meses. Quizás es mejor esperar un poco y empezar a instaurar los nuevos hábitos cuando realmente la realidad se ajuste más a nuestro día a día.
- Grandes metas: lo que nos proponemos son grandes metas, objetivos demasiado generales (y poco realistas en muchos casos). La única forma de conseguir un objetivo es planificando de forma realista y precisa. Así que en lugar de imaginarnos en nuestra cabeza haciendo un Ironman, desfilando en la pasarela Cibeles o hablando chino en unos meses es mejor que saquemos lápiz y papel y lo escribamos. Pero paso a paso. Lo fundamental: especificar qué vamos a hacer, cuándo y cómo. No dejarlo todo en grandes propósitos que no se pueden medir ni nos ayudan a determinar lo que tenemos que hacer para llegar a nuestro objetivo.
Así que, teniendo en cuenta estas cosas: ¿te animas a poner en marcha propósitos que realmente vayas a cumplir?