La Agilidad nace de una necesidad por resolver los problemas que tenía a finales de los años 90 el sector de la programación, al no ser capaz de seguir el ritmo del mercado, donde llegar tarde era una constante y el nivel de satisfacción de cliente era bajo.
Corría el 2001 cuando un grupo de profesionales insatisfechos con las soluciones de los modelos tradicionales de gestión de proyectos declara su independencia de los mismos y aboga por la aplicación de otros que, al menos en teoría, eran más eficaces.
El manifiesto agile recoge los principios y valores de una serie de herramientas cuyo objetivo era mejorar la gestión de proyectos.
El sector del software y de las nuevas tecnologías fue el primero en aplicar el modelo con tan buenos resultados que pronto se plateó su exportación a otras áreas.
Veamos cuáles son los principios del manifiesto:
Repasando los puntos del manifiesto agile pueden sonar hasta obvios. Los que hayan trabajado bajo esta metodología habrán comprobado que en la práctica requiere una dinámica y disciplina de trabajo e interacciones que, si bien tiene evidentes ventajas, también tiene su dificultad de implantación y sobre todo de sostenibilidad a lo largo del tiempo. Convertirse en una empresa Agile significa estar dispuesto a ser flexible, adaptable, valorar y reconocer a las personas, su trabajo y esfuerzo. Todo ello no tan sencillo de llevar a la práctica, aunque se haya puesto el cartel "agile".
El valor fundamental de trabajar con una metodología agile radica en la capacidad de respuesta y adaptación por encima de la de seguimiento y cumplimiento de planes preestablecidos, amén de que los sistemas de trabajo Agiles necesitan que los individuos se comuniquen de manera eficiente y eficaz, con una comunicación cara a cara clara, transparente y fluida, que en la práctica, tampoco resulta tan fácil, a pesar de las obvias ventajas.