¿Estás a punto de irte de vacaciones y en lugar de estar feliz por ello te sientes agobiado y angustiado? Si te está ocurriendo no es (necesariamente) porque seas un adicto al trabajo. Es porque sufres estrés prevacacional.
Sí, ahora tenemos un término para todo. Y si bien el estrés postvacacional ha sido el protagonista absoluto al hablar de la época estival, esta otra forma de estrés no es menos importante.
El estrés prevacacional tiene varias fuentes. A la cabeza, el esfuerzo sobrehumano que supone intentar cerrar todo antes de irte, especialmente cuando ya casi no te quedan fuerzas, después de un año intenso. A eso añádele la planificación de las vacaciones (que a veces requiere la misma dedicación que organizar una boda) y la anticipación del famoso estrés postvacacional con el miedo que te genera lo que te vas a encontrar a la vuelta (que esta película ya la has visto).
Así que en ese momento en el que tú intentas concentrar las pocas energías te que quedan ya en acabar el montón de cosas pendientes, a todo el mundo parece que se le ocurren cosas de última hora. Porque los demás también quieren dejar sus temas lo más cerrados posible, así que lo que llevaba aparcado meses cobra de pronto una urgencia inusitada. Resumen: que te entran tareas a un ritmo más rápido de lo que van saliendo. Y las que ya se ve que no van a poder solucionarse antes, quedan pospuestas con una terrorífica amenaza: "Bueno, lo vemos a la vuelta".
Así que sí, estás sufriendo una forma de estrés caracterizadas por los síntomas habituales: preocupación, sensación de agobio, falta de concentración, bloqueo mental, disminución del rendimiento, irritabilidad, insomnio, dolores (de estómago, musculares, de cabeza...), etc.
En este momento no paras de repetirte: "Si es que no sé si es mejor quedarse...". Pero no, no es mejor. Está más que comprobado que necesitamos descansar. Que sólo con un par de semanas al menos de desconexión podemos recargar fuerzas y asegurar un buen rendimiento el resto del año. Que no dar descanso al cuerpo y la mente es una forma muy cortoplacista de producir, que tiene a la larga más inconvenientes que beneficios.
Así que, le pese a quien le pese (incluyéndote a ti mismo), debes tomarte tus días de descanso. Y para reducir esta situación de estrés previo, es de gran ayuda hacer algunas cosas como:
Y, por supuesto, cuando por fin te vayas, practica la desconexión.