La Inteligencia Emocional es clave para reconocer, entender y manejar nuestras propias emociones y reconocer, entender e influir en las emociones de los demás.
Las cambiantes e impredecibles situaciones que vivimos, hacen que las habilidades relacionadas con la inteligencia emocional día a día vayan adquiriendo más relevancia, al punto que en algún caso pueden incluso estar por delante de competencias de índole más técnica.
Es más sencillo que alguien adquiera un conocimiento técnico en poco tiempo, a que desarrolle habilidades emociones que implican una gestión del cambio mayor. Las habilidades y conocimientos técnicos se encuentran en el mercado más fácilmente que personas con una alta capacidad de gestión emocional. Sin bien, todos hemos recibido nuestra formación técnica con mayor o menor éxito, muy pocos hemos tenido una formación en el reconocimiento y gestión de las emociones de forma eficiente.
Las competencias de relación que se exigen en las organizaciones, sitúan a la inteligencia emocional en primera línea.
Las exigencias de una alta competitividad, que nos llevan a un aumento de la productividad, la necesidad permanente de trabajo en equipo, colaboración y adaptación al cambio requieren de grandes aptitudes emocionales.
Entre las competencias emocionales más demandas hoy en día por las organizaciones se encuentran:
Todas estas competencias que forman parte de las competencias emocionales, son las que establecen la diferencia entre los grandes trabajadores y los trabajadores excelentes.
Estos trabajadores excelentes con alta inteligencia emocional se caracterizan por:
De cara a desarrollar y potenciar nuestra inteligencia emocional es imprescindible:
No todas las personas tenemos la misma capacidad de gestionar nuestras emociones. Mayer, maestro de Goleman establece la distinción entre las personas que:
El primer paso para potenciar nuestra inteligencia emocional será averiguar en que grupo nos encontramos, de ello dependerá el recorrido que debemos hacer.