Cuando hablamos de dolor emocional nos referimos a un dolor que se produce a través de las emociones. El dolor emocional es algo que todos los seres humanos, tarde o temprano, experimentamos: la pérdida de un ser querido, separaciones, pérdida del trabajo, fracasos, enfermedades, pérdidas materiales de cualquier tipo, etc. Nadie puede escapar a la vivencia del dolor a menos que viva fuera de la realidad.
El ser humano desea permanencia, seguridad, continuidad, apego, afecto, etc. y cuando no lo encontramos o lo perdemos, sufrimos.
Las personas huimos del dolor por miedo, por patrones aprendidos, por la educación recibida, por las creencias y valores que la cultura o sociedad de la que formamos parte nos impone. Vivimos en un contexto cultural y social que nos trasmite la idea de que nuestra vida debe ser perfecta, que podemos y debemos alcanzar la perfección y que hay que hacer lo posible por eliminar aquello que nos impida ser felices en todo momento. Por eso, cuando realmente nos enfrentamos a las distintas circunstancias vitales, nos frustramos, nos negamos a aceptar que el dolor es parte de la vida y que no podemos escapar de él.
Muchas veces no somos capaces de comprender que el dolor es el motor que nos hace crecer, transformarnos y ser mejores. Sin él, nos quedaríamos, en muchos momentos, en nuestra zona de confort, en lo conocido, en lo que nos da seguridad.
Las personas, a pesar de que nos sentimos muy inseguros de nuestras capacidades para enfrentar el dolor, generalmente, tenemos más recursos para enfrentar las experiencias dolorosas o traumáticas de los que a priori podríamos pensar. Nos sorprendemos, cuando lo experimentamos, al darnos cuenta de que somos más capaces de enfrentarlo, que cuando anticipábamos con miedo que pudiera llegar dicho momento. Comprobamos que tenemos más recursos y somos más fuertes de lo que imaginábamos.
Cuando reconocemos nuestra vulnerabilidad al dolor, de alguna manera estamos aceptando nuestra condición humana. Escapar del dolor, la huida o la negación, en la mayor parte de las ocasiones, generará más sufrimiento.
No todas las sociedades ni todas las culturas interpretan el dolor de la misma manera. Para los orientales, el dolor es algo mucho más natural y se acepta con mayor facilidad, sin rechazarlo ni evadirlo. En occidente, por el contrario, solemos temerlo y utilizamos más mecanismos para huir de él.
El primer paso para poder gestionar el dolor emocional de manera efectiva es, precisamente, no negarlo, ni evitarlo, sino aceptarlo, sentirlo y experimentarlo cuando sea necesario. Por otro lado, también es importante confiar y pensar que llegado el momento seguramente saquemos fuerzas de donde ahora nos parece imposible, que nos ayudarán a hacerle frente y superarlo. Las heridas emocionales al igual que las heridas físicas, hay que limpiarlas, cuidarlas y dejar que sanen. Al final, nos quedarán las cicatrices, pero ya no nos generará el dolor.