La distancia virtual no es sólo la distancia física.
La distancia se ha convertido en imperativo social, sanitario y económico que afecta a nuestras relaciones personales, laborales y sociales en general.
La Harvard Business Review dice que entre las situaciones que nos impone la nueva normalidad están las motivadas por las nuevas condiciones físicas de nuestro trabajo y señala que: "La sensación de desapego psicológico y emocional crece paulatinamente y de forma inconsciente cuando la mayor parte de las interacciones ocurren a través de las pantallas."
Nuestra capacidad de comunicación y de relación se ha visto restringida por los condicionantes que impone la distancia social exigida. Nos hemos visto obligados a relacionarnos en ámbitos profesionales y personales de una manera brusca, no elegida, en espacios virtuales, a través de una pantalla, que aunque nos acerca, nos evidencia también la distancia. Es obvio que el espacio virtual produce una sensación de distancia que no tenemos cuando nos relacionamos de manera presencial. Managers y equipos comienzan a expresar algunas dificultades que encuentran en su día a día en este sentido.
Sin embargo, a pesar de ello, la distancia virtual no es sólo la distancia física que tenemos cuando estamos trabajando en remoto, sino también la sensación de distancia, de separación, de desconexión. Como seres relacionales, en mayor o menor media, pero todos los somos, no estamos preparados para desarrollar relaciones, vínculos o afinidad, cuando no hay cercanía física. Es por ello que con el tiempo, podemos empezar a experimentar una cierta deshumanización, que hace que vayamos progresivamente tomando más distancia, espaciando las comunicaciones y dejando que la relación tienda a enfriarse.
Todos hemos podido experimentar cómo la comunicación en virtual se hace más complicada, las conexiones, el sonido, la imagen, no siempre funcionan. La más afectada es la comunicación no verbal, dónde perdemos códigos de comprensión muy importantes. La atención y la concentración disminuyen, las cámaras nos sobrecargan y nos producen incomodidad. El espacio para el intercambio y la comunicación informal se ve muy mermado.
A pesar de todo esto, Karen Sobel Lojesky, en una interesante investigación, matiza que más allá de la distancia física, es la distancia de afinidad la que está suponiendo para los equipos un verdadero handicap. La distancia de afinidad no es otra cosa que la distancia emocional que existe entre personas que trabajan juntas. Hace alusión al nivel de conexión existente entre las personas. Nos muestra que la distancia de afinidad es la que más impacta en la sensación de distanciamiento percibida por las personas y equipos que trabajan en remoto. Para Lojesky, la distancia física, geográfica, no necesariamente genera distancia emocional, la asignatura pendiente sigue siendo cómo establecemos relaciones humanas con sentido y significativas.
Por tanto, si, la distancia física tiene su importancia y claro que nos afecta, pero lo verdaderamente relevante es ser capaces de minimizar el impacto de la "distancia de afinidad". Es por esto que todas las tendencias de liderazgo, gestión de equipos y de recursos humanos en general, ponen el énfasis en prevenir el desapego emocional que puede derivarse del trabajo en remoto. Para que el trabajo remoto tenga éxito, los líderes no solo deben gestionar a sus equipos en lo que respecta a la tarea, sino que incluso antes, tienen que saber cómo se sienten. La nueva cultura laboral sitúa el aspecto emocional en el centro de nuestras acciones.