El concepto de inteligencia ha evolucionado a lo largo del tiempo, desde un modelo de inteligencia centrado meramente en la parte cognitiva, evolucionando a un modelo de inteligencia emocional, inteligencias múltiples (Howard Gardner), hasta el enfoque revolucionario de inteligencia ejecutiva, propuesta por José Antonio Marina, que plantea una inteligencia que tiene como objetivo dirigir las acciones aprovechando conocimientos y emociones. El conocimiento está al servicio de la acción, las emociones están al servicio de la acción, y la inteligencia ejecutiva en la encargada de dirigirlos. El concepto de inteligencia ejecutiva es el más directamente relacionado con el comportamiento, y por ello con aspectos tan determinantes como la motivación, la toma de decisiones, la perseverancia.
Así, desde un punto de vista integrador y superior, podemos concebir la inteligencia como: "la capacidad para dirigir el comportamiento, eligiendo metas, aprovechando información y regulando las emociones".
La inteligencia ejecutiva está en la base de muchos de las grandes preocupaciones y problemas que las personas tenemos a nivel personal, social, laboral como: las conductas impulsivas, agresividad no contralada, adicciones, procrastinación, mala gestión, desorganización, pasividad, obsesiones, etc.
La neuropsicología aporta cada vez más datos que evidencian la importancia de las funciones ejecutivas del cerebro, que están presentes en cada acción de nuestra vida. Entre las funciones ejecutivas de esta inteligencia estarían: habilidad para inhibir la respuesta y controlar la impulsividad, la habilidad para dirigir la atención, enfocada a concentrarse en una tarea, y saber evitar distracciones, habilidad para ejercer un autocontrol sobre las propias emociones, la planificación y organización de metas, la habilidad para iniciar y mantener la acción, la flexibilidad para cambiar de estrategias y aprender del error, y la habilidad para reflexionar sobre nuestro propio modo de pensar y actuar a fin de mejorarlo. Las funciones ejecutivas son susceptibles de entrenamiento, de hecho, muchos programas de formación a nivel laboral y escolar se basan cada vez más en el entrenamiento de dichas funciones.
Es por tanto posible crear y desarrollar este tipo de inteligencia. Eso se hace mediante la adquisición de hábitos, que convierten en automáticas acciones que al principio hay que enseñar y practicar.
Trabajar desde un modelo de inteligencia ejecutiva a nivel organizacional puede permitir: ganar en foco, en efectividad en la gestión, en alineación del trabajo, en la mejora en la toma de decisiones, en la gestión de la motivación, la flexibilidad, el control de la impulsividad, la gestión de emociones.
"Las personas con este tipo de inteligencia estarán más dispuestas a encontrar nuevos métodos de resolución de problemas, serán más persistentes, no se rendirán ante las dificultades que se les presenten, tendrán mayor confianza en sí mismas y en sus aptitudes y potencialidades, estarán dispuestas a correr riesgos, serán más creativas y menos vulnerables, estarán más comprometidas con su trabajo y con la empresa. Tendrán la capacidad de cumplir con las pautas establecidas en la organización, aportando ideas novedosas y participando activamente en la realización de estas." Ahí es nada...