Nuestros pensamientos sobre lo que deberíamos o no deberíamos pensar y sentir constituyen una de las principales fuentes de estrés y ansiedad y por consiguiente de bloqueo e incapacidad.
Todos desarrollamos una lista interna de pensamientos y sentimientos "negativos", que influyen de forma directa en nuestros comportamientos en el día a día, aunque en la mayoría de ocasiones ni somos conscientes de ellos.
Y es aquí donde empieza a surgir el problema, ya que se generan hábitos mentales que guían nuestras acciones y reacciones. Los actos de pensar y planificar según se enfoquen, puede ser una fuente de desazón emocional. Nos hacen estar preocupados por el futuro, pesarosos por el pasado, comparándonos constantemente con los demás de mil formas distintas y presionados por la dicotomía del todo o nada, el bien o mal, lo justo o injusto, etc.
Todo esto hace que resulte bastante difícil estar verdaderamente satisfechos durante más de un breve período de tiempo. Nuestra tendencia constante a darle una y mil vueltas a todo nos dificulta disfrutar cada paso que damos, pues hacen que nuestras emociones estén en modo montaña rusa constante según nuestros pensamientos nos impulsen hacia arriba o hacia abajo. Hoy somos inteligentes, eficaces, atractivos, simpáticos, y mañana torpes, fracasados, rechazados, etc.
Para comprobar esta vorágine que hierve en nuestra cabeza, basta con hacer un simple experimento. Cerremos los ojos por un momento y dejemos que nuestra mente se guie sola durante ese tiempo, veremos como poco a poco van emergiendo todos esos pensamientos que están ahí y de los que muchas veces ni somos conscientes. Según el contenido y el sentido de estos pensamientos, ya podemos imaginar hacia donde nos guían. Muchos versarán sobre el pasado o sobre el futuro, dos lugares en los que ni estamos ni podemos estar.
Mucho de nuestro tiempo lo pasamos en modo "rumiante" dando vueltas a pensamientos sobre situaciones sobre las que no tenemos ningún control, bien por futuras o por pasadas. Por desgracia, pasamos mucho tiempo pensando más que haciendo.
Se produce una gran paradoja en este fenómeno, y es que en este intento de darle vueltas a las cosas con la intención de aumentar nuestro bienestar, manejamos una gran cantidad de pensamientos de todo lo que puede salir mal, consecuentemente acabamos cuanto menos preocupados, ansiosos, enfadados, etc.
Parece que el ser humano ha evolucionado para registrar más las experiencias negativas que las positivas, al parecer relacionado con la supervivencia de la especie. La cosa es que hoy esta forma de enfrentar el mundo no nos facilita de vida sino que muy al contrario, nos la complica de forma bastante importante, ya que gran parte de los problemas de nuestro día a día no están relacionados con las experiencias y circunstancias vividas, sino con los pensamientos que generamos en torno dichas circunstancias.