La “Gran Dimisión” hace referencia a una tendencia en Estados Unidos por la que millones de trabajadores renunciaron a sus puestos de trabajo en 2021. Si nos centramos en este lado de charco, en Europa aunque las tasas de dimisión han aumentado, no están tan marcadas como en Estados Unidos, y en el caso de España, según los datos e informes de portales de empleo este fenómeno no nos ha alcanzado. Ufff¡!
Pero, aunque el hecho de dimisiones a gran escala no se haya producido, lo que si se constata es un cambio claro de mentalidad. Los profesionales se han replanteado claramente sus prioridades. La flexibilidad y la posibilidad de conciliación ocupan puestos principales en la escala de prioridades. Hay un deseo explícito de trabajar para empresas que valoren su bienestar físico y mental, y cada vez en mayor media las personas están dispuestos a marcharse de aquellas donde esto no suceda.
Las empresas no son ajenas a este fenómeno, y la transformación cultural hacia lo “humano” es cada vez más manifiesta, claro que “no queda otra” si se trata de atraer y retener el talento.
Cada vez los profesionales buscan más aquella flexibilidad que les permita un equilibrio sostenible entre la vida profesional y personal. Las organizaciones que están a la vanguardia deben responder a estas expectativas donde se prioriza el aspecto humano.
Los números ya indican de forma clara que lo que más se valora en una empresa son las oportunidades de conciliación, flexibilidad, bienestar y salud. La pandemia ha llevado a los profesionales a revaluar sus prioridades, y las empresas tienen ahora el “a más” de centrarse en el bienestar y la satisfacción personal de sus empleados.
El camino a seguir es fomentar culturas saludables basadas en el trato “humano y empático”, en las que exista una preocupación sincera por el bienestar físico, emocional y mental de las personas. Cada vez más empresas se comprometen con sus equipos y hacen una apuesta firme formando a sus líderes como promotores y ejemplo de cultura empresarial, fomentando la escucha activa y continua que permita identificar problemas, detectar señales de problemas emocionales, ofrecer apoyo y tomar las medidas necesarias para fomentar el bienestar de los equipos. En el ecosistema actual de retos continuos en el que nos movemos, las competencias críticas serán las más “humanas”, que son las que van a permitir a los líderes ayudar a sus equipos a convivir con la complejidad creciente de forma sostenible.