"La tecnología reinventará los negocios, pero las relaciones humanas seguirán siendo la clave del éxito" Stephen Covey
Curiosamente, es en un mundo completamente tecnificado donde el valor del ser humano como tal va a cobrar mucho más valor. En esta etapa marcada por una coyuntura económica desfavorable, la apuesta por las personas y su bienestar resulta fundamental para el devenir de las organizaciones. Los trabajadores son el pilar fundamental para alcanzar la excelencia empresarial, por lo que hacer compatible el crecimiento de la compañía con la implantación de mejoras laborales supone una apuesta de consolidación y proyección de futuro.
Los nuevos modelos de organización empresarial apuestan por aplicar medidas y políticas destinadas a fomentar el desarrollo de las personas en todas sus facetas. Estas políticas se engloban dentro de lo que se denomina Responsabilidad Social Empresarial (RSE) que es un valor esencial para las organizaciones comprometidas con la mejora social y económica. Tradicionalmente, estas prácticas están asociadas a la gestión de multinacionales, organizaciones con potentes recursos para innovar e invertir en este campo.
Sin embargo, cada vez más empresas deciden trabajar en este sentido. Las prácticas socialmente responsables suelen estar dirigidas a la gestión de las personas, favoreciendo su bienestar a través del llamado salario emocional. Esta experiencia proporciona plantillas más cohesionadas, motivadas y satisfechas, lo que impacta en el incremento de la productividad del trabajador, reduce el absentismo y la rotación, a la vez que genera un sentimiento de corresponsabilidad entre trabajador y empresa. No hay que olvidar que la mejor publicidad para una empresa es la que hacen sus trabajadores. Flexibilidad horaria, apoyo a la conciliación y el desarrollo de una carrera profesional a través de la formación, son tres de las principales medidas que más demandan los trabajadores en este sentido. La formación y el desarrollo deben convertirse en una verdadera herramienta de gestión para que pueda adquirir el valor estratégico que debe tener.
Muchas de las organizaciones que hoy día conocemos desaparecerán en los próximos 10 años si no se atreven a desarrollar sus competencias de gestión resiliente, potenciando acciones que impacten en el bienestar de sus trabajadores, considerando la gestión de las personas un otro factor clave de su supervivencia y éxito, amplificando su capacidad de metamorfosearse en una organización ágil y flexible capaz de reinventarse continuamente.