Que hay personas con más capacidad de concentración que otras, está claro. Pero también habrás comprobado en tus propias carnes que hay días en los que te es imposible centrarte y otros que, cuando te vas a dar cuenta, llevas horas totalmente absorbido por la tarea que estás haciendo. Este estado de "Flow" que describe M. Csikszentmihalyi, que no solo supone un estado de total concentración, sino que también genera una fuente de felicidad y bienestar (Por casualidad se encontró la felicidad)
Así que ser capaces de concentrarnos, no solo tiene grandes ventajas desde el punto de vista de la productividad y la sensación de autoeficacia, sino que, además nos va a proporcionar un gran bienestar emocional. Pero, como sabemos, a veces lograrlo no es tan sencillo.
Está claro que nuestro estado físico va a tener una gran influencia en nuestra capacidad para focalizar la atención. No haber dormido bien, la ingesta de drogas, ciertos medicamentos o alcohol, la enfermedad, etc., son grandes enemigos de la concentración. Por el contrario, hay una serie de cosas que podemos hacer para mejorar nuestra capacidad de concentración general. Aquí te damos algunas claves.
Fomenta tu autoconocimiento:saber cuáles son tus principales distractores, detectar los síntomas iniciales de fatiga, determinar qué te altera... Conocer estos aspectos te ayudará a controlar mejor tu capacidad de concentración.
Haz ejercicio mental: tener tu cerebro en forma y entrenar tus habilidades cognitivas va a tener un impacto positivo en tu concentración. Puedes entretenerte a la vez que mantienes joven tu cerebro haciendo crucigramas y sudokus, resolviendo puzles y adivinanzas, participando en "escape room" o videojuegos de entrenamiento mental, etc.
Mantén a raya el estrés. La ansiedad y los pensamientos disruptivos son una de las mayores dificultades a las que nos podemos enfrentar cuando tratamos de concentrarnos.
Practica Mindfulness: esta práctica favorece centrar la atención en el "aquí y ahora", evitando que nos quedemos "enganchados" en pensamientos disruptivos sobre el pasado o el futuro que van a generarnos ansiedad y preocupación. Por este motivo, el Mindfulness es una práctica especialmente indicada para la gestión de la concentración.
Descansa: si notas que la fatiga se apodera de ti, no tiene ningún sentido seguir insistiendo. Es mejor tomarse un descanso y despejarse para retornar con las pilas cargadas. Levantarse para dar un paseo, hacer unos estiramientos, comer algo si se tiene hambre, cambiar de tarea a otra más motivante o que requiera menos esfuerzo... pueden ser buenas estrategias. Y recuerda siempre que un sueño reparador por la noche es imprescindible.
Adapta tu entorno: elimina todos los posibles distractores. La televisión, la radio, el teléfono móvil, las personas hablando... van a favorecer que tu atención cambie de foco constantemente. Mantente lejos de cualquier distractor cuando notes que te está costando centrarte.
Haz ejercicio: el ejercicio físico mejora el rendimiento cognitivo y, entre ello, la capacidad de atención selectiva. Ya sabes, mens sana in corpore sano.
Come bien: las grasas y el exceso de azúcar no son un buen aliado del cerebro ni de la atención ni la memoria. Por el contrario, el agua, las grasas saludables y los carbohidratos de calidad sí mejoran nuestra actividad mental. Alimentos como las nueces, la avena, las lentejas, el aguacate, los arándanos, el brócoli o el plátano nos ayudarán a mejorar nuestra concentración.