Muchas personas, incluyéndonos, adoptan el modo vital "a la defensiva", de forma puntual o más estructural. Este estilo relacional y/o vital no trae nada bueno, ya que lejos de protegernos, la actitud defensiva nos pone en guardia, nos hace estar siempre alerta y nos provoca tensión, desde la que respondemos y nos relacionamos. Además, genera desconfianza que fomenta el aislamiento y grandes errores de interpretación de la realidad que vivimos.
Las personas que están a la defensiva se posicionan en modo huida o en modo ataque al sentirse cuestionados/interpelados cuando en realidad, nadie lo ha hecho, reaccionan a un peligro que no es tal.
El problema es que normalmente las personas que suelen estar a la defensiva no son conscientes de que están teniendo este tipo de actitudes. De hecho, la actitud defensiva es difícil de reconocer. Estar a la defensiva supone vivir en un estado de alarma continuamente sin posibilidad de relajarse.
Algunos signos que podemos identificar en personas que adaptan una actitud defensiva:
El gran problema de la actitud defensiva es que la persona no se da cuenta de hasta qué punto las reacciones que percibe en los demás, se deben a su propia actitud recelosa o incluso agresiva. El problema radica en que en muchas ocasiones simplemente malinterpretamos "supuestas señales" y reaccionamos ante un peligro inexistente. La actitud defensiva se basa en la anticipación de un posible prejuicio o daño, lo cual provoca que en muchas ocasiones se reaccione de manera exagerada. Estar a la defensiva significa reaccionar en el presente con la carga del pasado y anticipando una amenaza futura, lo que genera confusión y malentendidos. Cuando estamos a la defensiva reaccionamos ante situaciones neutrales o incluso positivas, de forma negativa y agresiva, como si se tratara de amenazas.
Estar a la defensiva no nos reporta prácticamente ninguna ventaja. Al contrario, es una postura con la que perdemos muchísimo, ya que genera un elevado nivel de ansiedad y tensión, que no nos permite ver las cosas con claridad, además cierra las puertas al diálogo ya que nos hace parapetarnos detrás de nuestra postura y cerrarnos a las razones de los demás.
Estar dispuesto a cuestionarse a uno mismo resulta indispensable para transformar la actitud defensiva. Para que sea posible el cambio y poder desactivar esta actitud es imprescindible ser consciente de ella. Por otro lado, también resulta básico aprender a comunicarse de forma franca y clara, expresando de manera directa y asertiva lo que disgusta, y manteniendo con los demás una relación abierta y confiada, sin suponer o prejuzgar, donde el otro no sea visto como un enemigo.