A la defensiva...

Adoptamos una postura defensiva para protegernos de un supuesto ataque.

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Nuria Fernández López

 

Muchas personas, incluyéndonos, adoptan el modo vital "a la defensiva", de forma puntual o más estructural. Este estilo relacional y/o vital no trae nada bueno, ya que lejos de protegernos, la actitud defensiva nos pone en guardia, nos hace estar siempre alerta y nos provoca tensión, desde la que respondemos y nos relacionamos. Además, genera desconfianza que fomenta el aislamiento y grandes errores de interpretación de la realidad que vivimos.

Las personas que están a la defensiva se posicionan en modo huida o en modo ataque al sentirse cuestionados/interpelados cuando en realidad, nadie lo ha hecho, reaccionan a un peligro que no es tal.

El problema es que normalmente las personas que suelen estar a la defensiva no son conscientes de que están teniendo este tipo de actitudes. De hecho, la actitud defensiva es difícil de reconocer. Estar a la defensiva supone vivir en un estado de alarma continuamente sin posibilidad de relajarse.

Algunos signos que podemos identificar en personas que adaptan una actitud defensiva:

  • poner los ojos en blanco, cruzar los brazos, resoplar, hacer muecas, gestos faciales de desagrado o incomodidad.
  • utilizar el reproche, la ironía o el sarcasmo
  • responder atacando, cuando no ha habido ningún cuestionamiento
  • negar o evitar ante cualquier pregunta
  • poner excusas de forma sistemática
  • muchas frases incluyen un "pero"
  • escuchar para contestar y/o para rebatir
  • responder a las críticas haciendo notar los errores de los demás

El gran problema de la actitud defensiva es que la persona no se da cuenta de hasta qué punto las reacciones que percibe en los demás, se deben a su propia actitud recelosa o incluso agresiva. El problema radica en que en muchas ocasiones simplemente malinterpretamos "supuestas señales" y reaccionamos ante un peligro inexistente. La actitud defensiva se basa en la anticipación de un posible prejuicio o daño, lo cual provoca que en muchas ocasiones se reaccione de manera exagerada. Estar a la defensiva significa reaccionar en el presente con la carga del pasado y anticipando una amenaza futura, lo que genera confusión y malentendidos. Cuando estamos a la defensiva reaccionamos ante situaciones neutrales o incluso positivas, de forma negativa y agresiva, como si se tratara de amenazas.

Estar a la defensiva no nos reporta prácticamente ninguna ventaja. Al contrario, es una postura con la que perdemos muchísimo, ya que genera un elevado nivel de ansiedad y tensión, que no nos permite ver las cosas con claridad, además cierra las puertas al diálogo ya que nos hace parapetarnos detrás de nuestra postura y cerrarnos a las razones de los demás.

Estar dispuesto a cuestionarse a uno mismo resulta indispensable para transformar la actitud defensiva. Para que sea posible el cambio y poder desactivar esta actitud es imprescindible ser consciente de ella. Por otro lado, también resulta básico aprender a comunicarse de forma franca y clara, expresando de manera directa y asertiva lo que disgusta, y manteniendo con los demás una relación abierta y confiada, sin suponer o prejuzgar,  donde el otro no sea visto como un enemigo.

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