Una realidad cada vez más presente que nos muestra el ascenso y caída de un joven genio: Mark Zuckerberg, desde la visión del director David Fincher.
Hace unos días tuve la suerte de poder ver “La red social”, una película que llevaba siguiendo con cierto interés desde hace tiempo por varias razones. En primer lugar por su director, David Fincher, responsable entre otras de “Seven”, “El club de la lucha” o la reciente “El curioso caso de Benjamin Button”; y su guionista, Aaron Sorkin, su nombre quizás os sonará algo menos, ya que ha desarrollado casi toda su carrera en la televisión firmando, por ejemplo, una de las series más premiadas de todos los tiempos, posiblemente mi serie favorita: “El ala oeste de la Casa Blanca”. Podeis ver su trabajo en cine en “Algunos hombres buenos” y “La guerra de Charlie Wilson”.
Por otra parte, la historia que se nos presenta tiene todos los ingredientes para resultar tremendamente atractiva: joven genio estudiante, empresario de éxito que se hace a sí mismo, descubrir las nuevas tecnologías y redes sociales que cada vez están más presentes en nuestras vidas…
La película nos introduce en la vida de Mark Zuckerberg (interpretado magistralmente por Jesse Eisenberg) estudiante de informática en la prestigiosa universidad de Harvard. Desde el principio nos damos cuenta de que nos encontramos ante un genio, ensimismado en sus pensamientos, teorías y proyectos, lástima que no podamos decir lo mismo de sus habilidades sociales.
Su incapacidad para entender a la persona que tiene enfrente, su falta de empatía, provoca que se le perciba como un tipo frío y distante, que solo se preocupa por sí mismo, lo cual le hace perder a su novia y tener un muy reducido círculo de “amistades accidentales” con sus compañeros de cuarto.
De entre ellos solo uno parece atravesar esa fría barrera y sentir una verdadera relación de amistad por él: Eduardo Saverin (un muy correcto Andrew Garfield).
Una noche de borrachera, Zuckerberg, desarrolla un proyecto llamado Facemash para el cual obtiene todas las fotos de sus compañeras de promoción saltándose los sistemas de seguridad de los ordenadores de sus residencias de estudiantes. Tras el revuelo creado, una fraternidad le encarga un proyecto de carácter similar, una red social para la universidad de Harvard.
Imbuido por todas estas ideas, Zuckerberg empieza a desarrollar “The Facebook” (el “The” lo perdería más adelante) junto a su socio y cofundador del proyecto, Eduardo Saverin y la ayuda de sus compañeros de cuarto.
Zuckerberg nunca concibe su proyecto como una forma de ganar dinero, sino como un mecanismo para poder desarrollar sus ideas. El vertiginoso éxito les obliga pronto a expandirse a otras universidades cercanas, después a la costa oeste y más tarde a Europa.
La aparición en escena de un falso mesías, Sean Parker (creador de Napster interpretado por el cantante Justin Timberlake), el crecimiento exponencial de su proyecto, el mundo empresarial y de las finanzas y su propia incapacidad para relacionarse emocionalmente nos mostrará a un Zuckerberg cada vez más alienado y retraído, un hombre dueño de una enorme fortuna pero sin ningún amigo de verdad con el que poder hablar siquiera.
Al final de la película le descubrimos haciendo cuenta de su vida y recordando las cosas que verdaderamente han sido importantes y le han marcado de verdad, en una escena que inevitablemente me recuerda mucho al final de otra obra maestra con la que también tiene otras grandes similitudes “Ciudadano Kane”.
Resulta irónico qué el creador de un proyecto como facebook, usado cada vez más como método para conocer gente y para poder compartir información, fotos y videos con tus amigos, una herramienta de carácter tan social, fuese una persona tan encerrada en sí misma, con un comportamiento tan antisocial.
Aquellos que no la hayáis visto tenéis una buena oportunidad de disfrutar de 2 horas de una excelente película, que os hará reflexionar acerca de la vida, la amistad, el amor, el trabajo y, al fin y al cabo, sobre todo lo que permite a una persona alcanzar o no la felicidad.