La mente pasa de la agitación al aburrimiento, de un pensamiento a otro con una rapidez de vértigo. Pero en contra de lo que se pueda creer, la mente que divaga es una seria enemiga de la felicidad.
Una de las cosas más inestables que podemos encontrar es nuestra propia mente, que es incapaz de parar quieta ni siquiera durante un par de minutos. Y sino, haz la prueba. Intenta concentrarte en un solo pensamiento y calcula, si puedes, cuánto tardas en ponerte a pensar en otra cosa.
Esta dispersión de la mente es de gran ayuda para algunas cosas. Además de favorecer descubrimientos varios, también es una estrategia del cerebro para luchar contra situaciones que de otro modo resultarían extremadamente monótonas y aburridas, como conducir durante horas o trasladarnos al centro de trabajo en autobús todas las mañanas.
Pero aunque esta capacidad de dispersión puede ser de ayuda durante determinadas situaciones, en general, tiene una consecuencia más negativa: nos hace menos felices.
Un estudio realizado con más de 2000 adultos por Matthew Killingsworth y Daniel Gilbert, de la Universidad de Harvard (EE.UU), ha demostrado que, en términos generales, nuestra mente está divagando aproximadamente el 47% del tiempo que estamos despiertos. Durante esos momentos, nuestros pensamientos se mueven por aspectos que no se corresponden a la realidad que estamos viviendo. Sin embargo, las personas estudiadas manifestaron que eran más felices cuando sí estaban centradas en el presente, en la actividad que estaban realizando. Y esto era así, aun cuando la actividad realizada no era especialmente entretenida ni reforzante en sí misma para el sujeto.
De este estudio, los autores desprenden que la capacidad errática de la mente en una persona es inversamente proporcional a su nivel de felicidad. Es decir, que somos más felices cuanto más concentrados estamos en lo que hacemos.
Algunos pensarán que esto no tiene sentido, que soñar (o estar en estado de ensoñación) les produce un sentimiento de felicidad. Imaginarse tumbados en una playa paradisiaca tras haber ganado la lotería debe hacer feliz a casi cualquier persona. Luego habría que ver si eso compensa el batacazo posterior de verse de nuevo con dificultades para llegar a fin de mes y metido en un atasco.
Pero no se trata de eso. De lo que estamos hablando es de la capacidad de atención y de cómo afecta a nuestro estado emocional.
Durante siglos, esta capacidad ha sido desarrollada por personas que realizan meditación. Los estudios realizados con meditadores experimentados demuestran que la práctica permite mantener altos niveles de atención, que crean estados mentales precisos, bien enfocados y duraderos.
Y no sólo eso. El entrenamiento en la meditación provoca una reorganización del cerebro no sólo a nivel funcional, sino también estructural.
Las personas que experimentan sentimientos positivos como la alegría, el altruismo, etc., presentan una actividad cerebral importante en el córtex prefontal izquierdo. Por el contrario, los que tienden a experimentar estados mentales negativos (pesimismo, estrés, etc.) tienen una actividad mayor en el córtex prefrontal derecho.
Pues bien, se ha comprobado que los meditadores experimentados mantienen una actividad mayor en el córtex prefrontal izquierdo y, por lo tanto, sus emociones son más positivas. Además, la práctica de la meditación disminuye considerablemente las recaídas en personas que han sufrido depresión y los accesos de ira. Del igual modo, reduce el estrés y las manifestaciones que, en muchos casos, se asocian a éste (hipertensión, inmunodeficiencia, psoriasis, etc.).
Resumiendo, que si somos capaces de realizar nuestras tareas diarias concentrados, por muy monótonas que nos resulten, es posible que nos sintamos más felices que haciéndolas imaginándonos que estamos de vacaciones en el Caribe. Parece increíble, pero... ¡habrá que probar!