En ocasiones las personas nos ocultamos bajo la máscara de una actitud, del lenguaje, de los gestos y no dejamos ver la persona que realmente somos.
Saber de cine, conocer las líneas de referencia de un arquitecto o emitir juicios estéticos sobre el último retrato de un fotógrafo de vanguardia... son experiencias que construyen la máscara que portamos en la cotidianeidad y con la que nos socializamos.
Esperando en la cola para entrar en un local de microteatro a 3 euros, escuchaba a dos chicas hablando, y una comentaba horrorizada cómo una amiga común no sabía que Norah Jones actuaba en la película "My blueberry night"; ante lo cual, la otra amiga sentenció: "Hay gente muy ignorante". Esto daría para hablar mucho sobre qué es y qué no es la ignorancia, incluso sobre qué es o no la estupidez; sin embargo, en esta ocasión la conversación me permite reflexionar sobre una de las distintas caretas con las que nos socializamos: la máscara de "cool".
¿Qué es ser "cool"? Supongo que ser "cool" consiste en admirar el movimiento arquitectónico de Koolhaas, atravesar nuestra conversación con varios títulos de películas de los años 50, saber cuál es el grupo musical que ha triunfado recientemente en el escenario indie, apreciar la última exquisitez de la cocina japonesa, agitar la copa para percibir el buqué de un buen vino, adquirir un "gadget" de última generación en la Fifth Avenue, o quedar extasiado ante la riqueza cromática de Moret.
Nuestros gustos, conocimientos, actividades de ocio... configuran la máscara con la que nos socializamos y diferenciamos. Y del mismo modo que las empresas, construimos nuestra marca personal posicionándonos en el imaginario de "cool", "hippy", "alternativo", "tipo duro"... al que deseamos pertenecer. Parece que necesitamos mostrarnos diferentes, como un producto "exclusivo" lanzado al mercado bajo argumentos intelectuales, envuelto en fuertes experiencias y de un atractivo arrollador.
A través de la actitud, del lenguaje, de la imagen, de las conversaciones, de los gestos, de las experiencias... configuramos nuestra careta y expresamos una identidad que, de alguna manera, esconde la personalidad de quien habla, se mueve... se socializa. Entonces, me pregunto: ¿Somos las películas que sabemos? ¿Somos el sushi que comemos? ¿Somos la corriente estética con la que nos deleitamos?... Es cierto que el mismo término "persona" encierra esta trampa dialéctica sobre las que estamos reflexionando. PERSONA: Del latín persōna, máscara de actor, personaje teatral; del griego πρόσωπον, delante de la cara.
Me pregunto si tras apariencia de "cooltureta" se esconde la persona auténtica, una persona más interesante y atrayente, la persona a quien realmente desearíamos conocer.