Nadie duda de la importancia de la ciencia, pero hasta los científicos más relevantes son conscientes de algunas prioridades. Ya lo dijo Einstein: "Quien crea que su propia vida y la de sus semejantes está privada de significado no es sólo infeliz, sino que apenas es capaz de vivir".
Hace poco una persona nos escribía para sugerirnos que hablásemos en los post sobre los últimos adelantos de la ciencia.
Este comentario me ha hecho reflexionar sobre dos aspectos distintos, pero a su vez relacionados entre sí.
El primero tiene que ver con escribir sobre "los últimos adelantos de la ciencia".
Pese a que Grupo Finsi lo componemos profesionales de distintas áreas, no creo que ninguno de nosotros seamos los más indicados para hablar sobre mecatrónica o nanotecnología en aplicaciones médicas.
Los temas que tratamos tienen más que ver con nuestro ámbito de trabajo y especialización. En mi caso, soy psicóloga y, para más inri, soy clínica. Así que reconozco que sí, que se me puede ver el plumero en los temas que escojo.
También reconozco que en Psicología hay de todo, como en botica, y muchas orientaciones se las puede considerar de todo menos científicas. Así que aguanto estoicamente el chaparrón cuando alguien hace comentarios que demuestran que no se distingue a la Psicología de la Parapsicología. Un error, me temo, más por el método que por la semejanza fonética.
A pesar de ello, desde el punto de vista semántico, la RAE me apoya, ya que define "Ciencia" del siguiente modo:
1. f. Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales.
2. f. Saber o erudición. Tener mucha, o poca, ciencia. Ser un pozo de ciencia. Hombre de ciencia y virtud.
3. f. Habilidad, maestría, conjunto de conocimientos en cualquier cosa. La ciencia del caco, del palaciego, del hombre vividor.
4. f. pl. Conjunto de conocimientos relativos a las ciencias exactas, fisicoquímicas y naturales. Facultad de Ciencias, a diferencia de Facultad de Letras.
~s humanas.
1. f. pl. Las que, como la psicología, antropología, sociología, historia, filosofía, etc., se ocupan de aspectos del hombre no estudiados en las ciencias naturales.
Así que, hablando de temas psicología, estaríamos hablando de ciencia. A pesar de ello, yo soy una persona escéptica, y me gusta que los temas de los que hablo tengan una base científica. Científica según la primera definición de ciencia.
La psicología positiva y la psicología de la felicidad están cada vez más asentadas sobre estudios científicos. De hecho, son muchos los psicólogos, científicos y divulgadores que, desde distintos ámbitos, asociaciones e instituciones, están llevando a cabo una difusión sobre los hallazgos en torno a estos temas.
Y es que si bien la física, la química, la astronomía, la medicina y otras ciencias son importantes para nuestra vida, las cosas que afectan a nuestro bienestar psicológico se ha visto que no lo son menos.
Y aquí aparece el segundo tema en cuestión: los propósitos y la felicidad.
Vicktor Frankl, doctor en medicina y superviviente de cuatro campos de concentración nazis desarrolló una psicoterapia (denominada Logoterapia) basándose en su experiencia que relata en el libro "El hombre en busca de sentido".
Está claro que la situación de la que parte su teoría no es, por suerte, habitual. Es poco probable que alguno de nosotros acabemos en un campo de concentración pero, a pesar de ello, sus observaciones no son menos relevantes porque, a fin de cuentas, revelan lo más profundo del ser humano. Una de las cosas que más me llamó la atención de su relato y conclusiones tienen que ver con la esperanza y los propósitos. Él comentaba que los prisioneros que perdían la fe en el futuro estaban condenados porque junto a la pérdida de la fe se perdía el "sostén espiritual", y eso llevaba a la persona a abandonarse hasta el aniquilamiento físico y mental y, finalmente, la muerte. Lo que observó él en los campos de concentración nazis lo corroboraron posteriormente psiquiatras norteamericanos tanto en Japón como en Corea: los más aptos para la supervivencia eran aquellos que sabían que les esperaba una tarea por realizar. Un propósito les mantenía vivos. Con esto cobra sentido la frase de Nietzsche: "Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de encontrar el cómo". El 97% de las personas no saben qué contestar a la pregunta: "¿Por qué te levantas por la mañana?" (¿Tú sabrías?). Y es, precisamente, esa simple pregunta la que marca la diferencia. Se puede vivir, se puede sobrevivir o se puede malvivir. Son tres cosas distintas. Y tener un propósito en la vida es lo que hace la diferencia. Las personas que tienen claros cuáles son sus propósitos y no necesitan hablar de ellos tienen asegurado su bienestar emocional y pueden centrar toda su atención solo en la mejora intelectual. Yo, personalmente, voy un paso por detrás y aún necesito saber qué contestar a "por qué me levanto por la mañana".
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