Si tienes la suerte de trabajar cerca de casa, te librarás de esto y te puedes considerar una persona muy, pero que muy, afortunada. En cualquier caso, seguro que más de un día acabas metido en un atasco.
Como esto es inevitable, tenemos dos opciones: desesperarnos y amargarnos la vida o tomárnoslo con "filosofía". Una buena filosofía para hacer esto es la centrada en el mindfulness, del que ya hemos hablado en otros posts ( ¡Despierta! )
Así que vamos a ver algunas claves que pueden ayudarnos a llevar estos trayectos algo mejor, evitando en la medida de lo posible, el estrés que nos generaría. No es la panacea, pero sí pueden resultar útiles, y por probar...
- Acepta lo incontrolable. Como bien saben en Alcohólicos Anónimos, es importante tener la fuerza para cambiar las cosas que podemos cambiar, la serenidad para aceptar las que no podemos y la sabiduría para distinguir ambas. Está claro que el tráfico entra dentro de las que no podemos modificar. Aceptar que los atascos están fuera de nuestro control y que, además, son impredecibles, es fundamental para no desesperarnos.
- Planifica un uso constructivo del desplazamiento. Si necesariamente vas a tener que invertir un tiempo yendo y viniendo, en lugar de desperdiciarlo (con la sensación de malestar que genera), planifica alguna actividad que puedas hacer en esos momentos y que te haga sentir mejor. Por ejemplo, si vas en coche puedes aprovechar para escuchar un programa de radio interesante o aprender un idioma con un CD. Si vas en autobús o metro puedes leer ese libro que tanto te apetece o jugar con tu móvil o tableta.
- Cultiva la observación. Ir siempre corriendo de aquí para allá favorece que vayamos por el mundo sin ver lo que nos rodea. Por ejemplo, ¿cuántas veces te has percatado, después de pasar mil veces por el mismo sitio, de la belleza de un edificio? Y es que vamos como autómatas sin disfrutar del mundo a nuestro alrededor. Aprovecha los trayectos para observar de verdad tu ciudad, la gente, los coches... Seguro que descubres cosas en las que antes nunca te habías fijado.
- Utiliza esta situación como recordatorio y mejora. A veces, metidos en la vorágine diaria no somos, ni siquiera, conscientes del estrés al que estamos sometidos. Y si no somos conscientes de un problema, difícil es solucionarlo. Así que aprovecha esta situación como "alarma" de las manifestaciones del estrés en tu organismo y la necesidad de tomar medidas al respecto.
- Aprovecha los momentos en transporte público para hacer meditación. Aunque parece imposible, se puede hacer. La meditación, como todo, es cuestión de práctica. Nadie sin experiencia puede intentar conseguir un nivel profundo de concentración en un lugar atestado de gente, ruidos, olores... Pero si vas practicando gradualmente mejorarás tus capacidades. Una de las cosas más sencillas sobre las que puedes meditar son las sensaciones de tu cuerpo. Ser consciente de la tensión que están experimentando tus músculos te permitirá trabajar para relajarlos.
- Respira antes de tocar el claxon. Pitar a los demás coches no sólo resulta inútil a la hora de reducir el atasco sino que, además, lo hace más desagradable. Hacer un par de respiraciones cuando sentimos el impulso de pitar puede evitar que colaboremos innecesariamente a crear un ambiente aún peor.
- Conviértete en el primer granito de arena dedicado a crear un mejor ambiente. El tráfico y los atascos sacan lo peor de la gente. Se crea un mal humor generalizado y un ambiente de "competencia" en el que parece que todos los que nos rodean son "el enemigo". Dado que las emociones que sentimos dependen en gran medida de cómo interpretamos las situaciones, esta forma de ver a los demás sólo va a contribuir a incrementar nuestro malestar (y por ende, el de los otros). Intentar cambiar el chip y dejar que otro coche pase primero o ceder el asiento a una persona mayor nos va a ayudar a sentir la situación más como un "mal compartido" que como algo personal. Así reducirás en gran medida tu resentimiento con el mundo y te sentirás mejor.