Intentar cambiar el mundo es, seguramente, una aspiración demasiado ambiciosa, pero son tantas las pequeñas cosas que, granito a granito, podemos modificar todos nosotros para mejorar nuestra vida... De muchas de ellas ni siquiera somos conscientes. Veamos en este post algunas de ellas.
A diario llevamos a cabo cientos de conductas que, en muchos casos realizamos de forma automática, sin tener en cuenta las consecuencias que dicha acción tiene para nosotros y los que nos rodean. Son cosas aparentemente inocuas pero, en realidad, nos están afectando muy negativamente.
¿Es perjudicial para nosotros un anuncio de neón o usar el claxon en el coche? ¿Una comida en un restaurante bien animado o usar un ratón inalámbrico nos puede hacer algún daño? Más de lo que creemos.
Vamos a ver algunos factores que alteran nuestra capacidad de aprendizaje y memoria (y todo lo que ello conlleva) y que podríamos evitar con pequeños gestos.
Uno de estos factores es la contaminación sonora. Si vives en una gran ciudad no hace falta ni mencionar la cantidad de ruido al que vas a exponerte: coches pitando, motos, obras, personas hablando a voces... Hasta comiendo en un restaurante podemos estar sobrepasando niveles de más 65 decibelios (música a tope, niños gritando, conversaciones que van subiendo de tono...).
Y es que superar este nivel de ruido produce en nuestro organismo los mismos efectos que cualquier situación de estrés: incremento de adrenalina, del ritmo cardiaco, de la glucosa en sangre...Y estos son los síntomas a corto plazo, pero el mantenimiento de estos altos niveles sonoros a nuestro alrededor causan, a largo plazo, una disminución de la memoria y de la capacidad de aprendizaje.
La contaminación atmosférica también influye en nuestra salud mental. Estudios realizados con animales han demostrado que respirar aire contaminado reduce nuestro potencial de aprendizaje y favorece comportamientos depresivos. Y hay que recordar que nosotros también somos animales, así que no nos libramos de estos efectos.
La contaminación lumínica tampoco ayuda. Los excesos en los niveles de luz afectan a nuestra glándula pineal, que es la responsable de regular nuestros estados de ánimo a través de la producción de melatonina. Esta hormona es la que regula los ritmos circadianos y su alteración está relacionada no sólo con el insomnio, sino también con la aparición de estados depresivos y enfermedades como la migraña. Además, también está implicada en la memoria a largo plazo y, por tanto, su alteración, como en los casos anteriores, redundará negativamente en nuestra capacidad de aprendizaje.
Otro tipo de contaminación, la electromagnética también reduce el aprendizaje y favorece la aparición de depresión, además de otros trastornos como la cefalea, debilidad, dificultad de concentración...
Así que, como decíamos al principio, no se trata de hacer grandes cambios, pero sí de pequeñas cosas que, sumadas granito a granito, mejorarían nuestra calidad de vida. Detalles que, en muchos casos, sin un gran esfuerzo, reducirían esos niveles de contaminación al que todo estamos expuestos. Cosas tan sencillas como bajar la voz en los restaurantes, dejar el coche en casa para ir paseando "aquí al lado", desconectar el WiFi cuando no se está usando, prescindir de letreros luminosos, mostrar algo más de paciencia y no tocar el claxon a la primera de cambio, etc.