¿Cómo nos afecta la música? ¿Escuchar una sonata nos puede hacer más inteligentes? Veamos las bases del denominado "Efecto Mozart".
El "Efecto Mozart" surge de los estudios llevados a cabo por psicólogos y neurobiólogos de la Universidad de California en los años 90. De dichos estudios se desprendía que la exposición de los sujetos de estudio a la música de este compositor tenía efectos positivos sobre su capacidad de razonamiento.
A partir de aquí, se ha dicho que la música de Mozart calma la mente, induce el sueño y la relajación, reduce la depresión, la ansiedad y el estrés, mejora el aprendizaje y la memoria... y, por tanto, los programas de estimulación precoz basados en su música han crecido como la espuma. ¿Es cierto entonces que la música clásica hace milagros?
Como ocurre muchas veces con la ciencia, nos encontramos con resultados contradictorios.
La realidad es que el cerebro humano utiliza distintas zonas para el procesamiento de la música, ya que dicho procesamiento es muy complejo e incluye aspectos melódicos, temporales, emocionales...
Si bien inicialmente se pensaba que el hemisferio izquierdo era el "intelectual" y el derecho el "artístico", estudios posteriores, con la inclusión de técnicas de análisis por imagen, han permitido ver que la realidad es más compleja.
Así, la aparición del PET permitió ver que existía una activación hemisférica derecha para la discriminación del timbre y el tono de las melodías. El hemisferio izquierdo, sin embargo, está más implicado en el reconocimiento de la estructura rítmica y temporal. De este modo, las personas con lesiones en el lóbulo temporal izquierdo presentan alteraciones del ritmo y la capacidad para reconocer melodías (algo más o menos como lo que me debe pasar a mí y algunas personas más que conozco).
Pero aparte de estos efectos, la música produce otros en el ser humano, relacionados con los recuerdos, las imágenes, los sentimientos... que esa melodía nos evoca. En función de lo que produce en nosotros, se activarán distintas estructuras. Es decir, una música que nos haga sentir alegres no va a tener los mismos efectos neurológicos que aquella que nos provoca melancolía. Por ello muchas de estas variables deben tenerse en cuenta a la hora de estudiar los efectos de la música en nuestras capacidades.
En el estudio original de Rauscher et al. (1993), la exposición durante 10 minutos a música de Mozart producía un incremento del coeficiente intelectual (sobre todo en la capacidad espaciotemporal), pero éste no se mantenía en el tiempo.
A partir de ahí, los estudios han arrojado resultados muy contradictorios, quizás porque no tuvieron en cuenta aspectos como el estado de ánimo de los sujetos experimentales, las cualidades musicales o el tiempo de exposición.
Lo que está claro es que escuchar a Mozart daño no nos va a hacer, así que si queremos ser un poco más listos, aunque sea sólo un rato al día, recomiendo un poco de música clásica (a ser posible la sonata para dos pianos en re mayor kv. 448, que parece que es la más propicia para fomentar el "efecto Mozart").