Reflexión sobre la importancia que cada cual le da a los libros.
El otro día en una conversación le preguntaron a mi madre: "Y tú con todo lo que lees, ¿qué haces después con los libros? ¿Dónde los tiras?". Las dos nos quedamos de piedra. ¿Tirar un libro? A mí me han educado en que no hay nada peor que tirar o romper un libro, pero a raíz de la pregunta del otro día, hecha con total normalidad, me he puesto a pensar que quizá lo que para mí es sagrado para otros no, igual que puede que muchas otras cosas que para otros lo sean y a mí no me importen nada.
"El día que me largué, las Mellizas dormían juntas en la vieja cama de hierro y, al besarlas en la frente, la Clara, que sólo dormía con un ojo y me miraba con el otro, azul, patéticamente inmóvil, rebulló y los muelles chirriaron, como si también quisieran despedirme. A Padre no le dije nada, ni hice por verle, porque me había advertido: 'Si te marchas hazte a la idea de que no me has conocido'. Y yo me hice a la idea desde el principio y amén. Y después de toparme con el Aniano, bajo el chopo del Elicio, tomé el camino de Pozal de la Culebra, con el hato al hombro y charlando con el Cosario de cosas insustanciales, porque en mi pueblo no se da demasiada importancia a las cosas y si uno se va, ya volverá; y si uno enferma, ya sanará; y si no sana, que se muera y lo entierren. Después de todo, el pueblo permanece y algo queda de uno agarrado a los cuetos, los chopos y los rastrojos. En las ciudades se muere uno del todo; en los pueblos, no; y la carne y los huesos de uno se hacen tierra, y si los trigos y las cebadas, los cuervos y las urracas medran y se reproducen es porque uno les dio su sangre y su calor y nada más."Viejas historias de Castilla la Vieja. Miguel Delibes.
Fotografía de Ramón Masats para el libro Viejas historias de Castilla la Vieja.