Hace unos días estaba cenando junto a unos amigos delante de una televisión a la que no prestábamos demasiada atención hasta que comenzó un programa donde entrevistaban al celebre cocinero Ferrán Adrià.
A pesar de que la conversación entre nosotros era distendida y discurría por otros temas, la presencia de Adrià en el programa nos hizo decidir seguir la entrevista, ya que aunque por lo general somos un grupo bastante homogéneo en nuestros gustos, en cuanto a temas culinarios nos diferenciamos bastante y tenemos diversas opiniones.
Para algunas personas el hecho de comer no es más que el momento para reponer fuerzas y continuar con las labores diarias, pueden preferir un plato a otro, pero no sienten una verdadera pasión por la comida.
En el polo opuesto, los "gourmets" disfrutan y paladean olores y sabores, el momento de sentarse a la mesa constituye algo más que una ingesta de nutrientes, y es dentro de este grupo dónde se produce la verdadera división de opiniones que inició nuestro debate.
Por una parte, los defensores de la comida tradicional y de sus tradicionales formas de preparación, comenzaron a burlarse de la cocina de autor, "ese tipo de cocina donde en un plato grande te ponen junto a una minúscula pieza de carne, un pequeño tomate cortado de manera estrafalaria, unas hierbas de las que cualquiera retiraría de sus césped y en la otra punta del plato 3 o 4 manchas de salsa estratégicamente colocadas".
Sintiéndose atacados, los partidarios de la innovación, dentro de la cocina, atacaron directamente a los paladares de sus tradicionales opositores, y les recordaron cómo hace ya unos años, también estaban en contra de los nuevos sabores que descubrimos en la cocina oriental y que a día de hoy les apasionan.
Mientras tanto continuaba la entrevista en la tele, Ferrán Adrià comentaba como su punto de inflexión se produjo en 1987 cuando asistiendo a una demostración culinaria alguien preguntó al chef francés Jacques Maximin, que era la creatividad, de manera contundente, este respondió -"crear es no copiar"-.
Impresionado por la frase decidió cerrar los libros de cocina, borrar de su mente toda idea preestablecida y comenzar de cero a crear, a eliminar la frontera de lo dulce y lo salado, a investigar métodos técnicos-conceptuales aplicando la tecnología a la cocina que le llevarían a elaborar sus famosas espumas, caramelizaciones, helados, sferificaciones, eso si, haciendo caso a uno de los 23 puntos que resumen su filosofía de trabajo: "aunque se modifiquen las características de un producto, el objetivo básico es preservar su sabor original".
El cambio que impulsó en la gastronomía no solo de nuestro país, sino de todo el mundo, no en vano se le reconoce como el cocinero más influente de todo el planeta, provocó que entre los grandes chefs se replanteasen también las bases de esta nueva cocina de vanguardia e incluso grandes cocineros veteranos como su íntimo amigo Juan Mari Arzak vieron la necesidad de subirse a está nueva ola imparable, ya que remar en contra no parecía posible.
Así hoy en día entre las altas cocinas mundiales no resulta extraño tener un departamento de I+D, que hasta ahora asociábamos solo a las empresas de alta tecnologías, pero si nos atenemos a sus siglas "investigación más desarrollo" ¿no es acaso imprescindible en cualquier ámbito, profesión, campo o arte?
Inmersos como estamos en una época de crisis, podemos recurrir al sabio refranero español que nos recuerda que "el hambre agudiza el ingenio" así que el presente nos ofrece una oportunidad maravillosa para poner a nuestra neuronas a trabajar, no de una manera mecánica, de una forma nueva que reinvente lo que ya parece gastado u obsoleto, así dónde mentes menos propensas a los cambios puedan ver un problema, nosotros podríamos ver una oportunidad.
Obviando las diferencias existentes entre los diversos campos, casos de este tipo nos inspiran a levantarnos cada mañana y aportar algo nuevo -sin copiar- a nuestro trabajo diario.
Espero, como aficionado a la gastronomía y a la creatividad, que con sus nuevos proyectos siga estimulando las conversaciones de grupos de amigos, las mentes de aquellos que se acerquen a conocer algo más de su historia y, porque no, también las papilas gustativas de aquellos que tengan la fortuna de probar sus nuevas creaciones gastronómicas.