Las redes sociales nos permiten guardar y compartir nuestras vivencias. Los recuerdos pasan a estar en formato digital, ayudándonos a no perder instantes y contenidos de la historia personal de cada uno.
Hubo un tiempo en que el pasado era un lugar indefinido, custodiado por la capacidad de nuestra memoria, donde almacenábamos los recuerdos de nuestra historia en forma de sensaciones y, a medida que pasaba el tiempo, en forma de vagas imágenes. Algunos de esos recuerdos permanecen haciendo un esfuerzo deliberado por no dejar escapar ese momento que queremos grabar en el "disco duro" de nuestro cerebro. Hacemos una selección de los instantes que no queremos olvidar, a sabiendas de que con el transcurrir de los días perderemos contenidos de nuestra vida y de nuestra historia. Quizá el ser conscientes de que estamos "aquí de paso" nos mueve a querer congelar el tiempo, a inventar toda clase de artilugios que nos permitan guardar nuestra historia. Las cámaras de fotos, el vídeo y las redes sociales nos permiten almacenar nuestro presente, desdibujando la barrera que lo separa del pasado.
Sí, quizá sea este deseo de permanencia donde radica el éxito de las redes sociales, a través de las cuales nos mostramos al mundo, compartimos nuestras vivencias y las almacenamos. En cada perfil de Facebook se accede a retazos de la vida de las personas, a fotografías de sus vacaciones, de sus amigos, leemos comentarios de pensamientos que ocupan su mente, preguntas que esperan respuesta....; podemos saber los lugares que frecuenta a través de la aplicación Foursquare para "smartphones" (o teléfonos inteligentes); ver fotos de ese plato del menú degustación que está a punto de catar y de quien o quienes le acompañan en ese banquete...; podemos saber qué música escucha en cada momento en Spotify, e incluso saber los kilómetros que corre a la semana y el itinerario que sigue en su ruta deportiva...; podemos contactar con ellos en tiempo real si están "en línea"....; saber la puntuación que ha logrado en el póker online...; los idiomas que habla, los lugares donde ha trabajado según LinkedIn y su actual puesto de trabajo...etc. etc.
Las redes sociales nos permiten almacenar nuestra vida, volver a ella, revivirla, compartirla y también acceder a la vida de los demás, a ese almacén de recuerdos que va construyéndose poco a poco, día a día, momento a momento en nuestras cuentas de Twiter, Tuenti, Facebook... y que dan fe de nuestra existencia.
La tecnología nos permite capturar cantidad de cosas que nuestra memoria "emborronaría" con el paso del tiempo, y qué fantástico es poder acceder a ese archivo de momentos que componen parte de nuestra vida. Pero al tiempo que activa sensaciones y recuerdos, también los colocamos "fuera" de nosotros, enajenados, separados de nosotros, haciéndonos olvidar los matices, paralizando en una imagen una secuencia llena de olores, sensaciones, sonidos... que pueden ser olvidados.
En las redes sociales contamos nuestra historia, escribimos nuestro "libro", nos mostramos a los demás, pero quizá corremos el riesgo de dibujar una imagen más ideal que real de nosotros mismos y de fundirnos con esa "máscara" que nos impide vernos tal y como somos más allá de los píxeles.
Nuestra resistencia a la fugacidad del tiempo hace que nuestro almacén digital de recuerdos está cada día más lleno de ellos. Google se encargará de hacernos permanecer.