Cómo enfrentarse al síndrome de la hoja en blanco

El proceso de creación no siempre es sencillo, las ideas brillantes no acuden a nuestras cabezas siempre que lo deseamos.

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David Fernández

Desde escritores a diseñadores, el momento de enfrentarse a un lienzo o una hoja de un procesador de textos completamente vacía puede llegar a asustar a la persona que se expone a ello.

No nos equivoquemos, el proceso de creación es algo realmente complejo, algunas mentes brillantes logran crear algo nuevo incluso durmiendo (se cuenta que el ex-Beatle Paul McCartney ideo la melodía de "Yesterday" mientras dormía), pero no todas las personas tenemos esa capacidad inventiva.

No debería ser una problema si la vida esperase a que apareciese nuestra inspiración, hasta el momento en que se enciende esa pequeña bombilla en nuestra cabeza, pero muchos trabajos y proyectos dependen de esa primera idea y además van acompañados de un plazo de entrega qué muchas veces pueden añadir más presión a una mente que necesita ser creativa cuando menos parece serlo.

Seguramente, el primer paso para poder crear es tener la cabeza despierta y receptiva, algunas personas eligen darse un paseo tranquilo para liberarse de tensiones, otros aprovechan los momentos lúdicos y hay quién, como Gunnar Swanson, profesor de Arte de la Universidad de East Carolina, propone comenzar realizando una primera versión de nuestro futuro proyecto, aunque sea un mal producto, después debemos analizar sus errores y porque no es un buen trabajo, comenzar el siguiente y repetir el proceso hasta obtener un resultado que nos haga estar satisfechos.

Siendo seres que vivimos en sociedad a veces olvidamos que no necesariamente debemos partir totalmente de cero, ya que mucha gente antes que nosotros ha pasado por la misma situación y ha sido capaz de producir multitud de ideas que se han plasmado a través del arte, la poesía, literatura, música, cine...

No es ningún crimen dejarse inspirar por las obras de otros para realizar algo nuevo a partir de esa idea, pero ante la falta de talento y el miedo a innovar surge un peligroso camino: la copia.

Encontramos un sencillo ejemplo en el mundo del cine. Imaginemos la situación: un productor temeroso de cualquier novedad. Este decide recurrir a una antigua (o no tan antigua) película para hacer una nueva versión: un remake. Si la película en cuestión es una cuyos derechos de autor han quedado liberados por el paso de los años todavía será mucho más sencillo y barato producirla.

Así nos encontramos con la reciente "Total Recall" basada en "Desafío Total" de Paul Verhoeven, protagonizada por todo un icono del cine de acción: Arnold Schwarzenegger. Esta nueva versión se disfraza, no como un remake del film del ex-gobernador californiano, sino como una versión más fiel y veraz de la novela en que se basaba la anterior película. Un intento muy loable, si se tratase de la realidad. A excepción de algunas pequeñas pinceladas de la trama, la película está repleta de detalles y personajes que no aparecían en la novela y sí en la película de Verhoven.

 

 

Quizás el caso más exagerado es el del director Gus Van Sant al rendir su particular homenaje a la película "Psicosis" de Alfred Hitchcock. "Psycho" calca plano por plano y secuencia por secuencia toda la película de Hitchcock, de hecho el director acudía cada día al rodaje con una copia en DVD de la película original para conseguir que fuese una copia perfecta.

Siguiendo este ejemplo ¿qué opinaríamos de un escritor que decidiese "tomar prestadas" páginas enteras del libro de otro autor y lo incorporase palabra por palabra dentro de su novela".

¿Qué pensaríamos de un pintor que intentase vendernos como obra original una copia idéntica de las Meninas de Velázquez?

¿Acaso estamos valorando lo que supone realizar una obra original? ¿El talento que supone partir de una hoja en blanco y mostrar al público algo nuevo de lo que no ha oído hablar?

Posiblemente estos casos no sean los mejores ejemplos para todos aquellos que de un modo u otro basan gran parte de su trabajo en la creación. No hace falta diseñar el exterior de un coche nuevo si puedo copiar la línea de un deportivo italiano de los años 70 que poca gente recuerda. Tampoco haría falta escribir unos nuevos contenidos para el manual didáctico de nuestro cliente si puedo colarle una versión que preparé hace un par de años para otro cliente distinto.

Al final nadie desea un producto que sea una copia, pero si no comprendemos el verdadero valor que tiene la innovación dentro de cualquier trabajo, es un peligro que siempre estará presente y que amenazará con debilitar el progreso de cualquier arte o campo profesional.

Nada es comparable al deseo de evolucionar, de mejorar y de encontrar algo nuevo que mostrar al mundo. Al fin y al cabo, sea cual sea la ocupación de cualquiera de nosotros, es una filosofía que podemos y debemos aplicar a nuestro trabajo cada día de nuestra vida.

 

Grupo Finsi | NM formación y consultoría | Davinchi