Hay una línea muy fina entre la responsabilidad ante una avalancha de trabajo y la adicción. ¿A qué lado estás tú?
Una de las paradojas de la crisis es que, con 5 millones de parados, hay muchas personas que tienen más trabajo que nunca. Los motivos de esto son variados y no voy a entrar aquí a debatirlos. En lo que sí me quiero centrar es en el hecho de estas personas ahora están abrumadas de trabajo y se encuentran en la situación de no poder siquiera lamentarse porque "tal y como está la cosa, bastante suerte tienen". Así que todos asumimos que tal y como está el percal, si hay que trabajar por dos, se trabaja.
Pero ante esto, es difícil distinguir la fina línea que separa al adicto al trabajo (el denominado workaholic) del aquel que echa mil horas diarias porque no le queda otra.
Es importante saber si somos workaholics porque, como ocurre con todas las dependencias, los efectos secundarios son peligrosos (aunque no tengo muy claro si se distinguirían mucho de los que sufriría alguien que lo hace porque no le queda más remedio).
Sin contar los efectos derivados del consumo de sustancias estimulantes que suelen ir de la mano de este trastorno (tabaco, cocaína...), las consecuencias de los altos niveles de estrés que sufren estas personas causan multitud de problemas de salud: hipertensión (con el consecuente incremento de posibilidades de sufrir enfermedades coronarias), insomnio, problemas gastrointestinales, migrañas... Hasta su máxima expresión: el karoshi (ver post publicado: Karoshi).
Además de estos trastornos físicos, los workaholic acaban experimentando graves problemas sociales y familiares.
Pero, ¿cómo sabemos si somos adictos al trabajo o sólo estamos pasando por una etapa en la que sólo nos queda apechugar?
Los estudios realizados en nuestro país muestran que entre el 7 y el 12% de la población presenta comportamientos patológicos hacia el trabajo. Resulta bastante triste que el 8% de los españoles confiese que dedican más de 12 horas diarias al trabajo sólo para escapar de sus problemas personales.
Parece que los trabajos que mayores márgenes de actuación permiten y en los que, además, hay una mayor apuesta personal, son los que favorecen engancharse. Es decir, las profesiones liberales como los médicos, abogados, consultores, ejecutivos...
Como casi siempre, no existe un perfil único del workaholic, aunque sí es cierto que los hombres son más propensos a padecerlo, sobre todo los de entre 35 y 45 años. Seguramente por motivos sociales.
Del mismo modo, también es esperable que sean aquellos con personalidad tipo A los que más fácilmente se enganchan. De hecho, la personalidad tipo A es, a priori, más propensa a cualquier tipo de adicción. Por lo que si eres perfeccionista, ambicioso, impaciente, dominante y competitivo, tienes muchas papeletas para ser un workaholic. Especialmente si te cuesta delegar y, aunque no lo parezca, tienes una autoestima más bien baja.
Como ocurre con casi todas las adicciones, es poco probable que reconozcas tú mismo que tienes un problema. Es más fácil que sean los que te rodean los que te digan que trabajas demasiado, que tienes que bajar el ritmo. Pero pretendemos ser realistas: ¿estás respondiendo a un pico de trabajo más o menos prolongado o estás enganchado?
Seguramente si ves los síntomas, muchos de ellos pueden que apliquen a ti si ahora mismo tienes una avalancha de trabajo:
La escala DUWAS (Dutch Work Addiction Scale), creada por investigadores de la Universidad de Utrech, permite determinar de una forma sencilla y rápida el nivel de acción al trabajo. Échale un vistazo y quizás te plantees tomarte unos días de vacaciones. ¡Aprovecha que se acercan las Navidades!